miércoles, agosto 16, 2006

ME ENCANTA ÑUÑOA (PARTE 3)

Este documento ha sido elaborado por el Concejal Jaime Hales tomando en consideración las numerosas cartas de vecinos y documentos emanados de las organizaciones, además de la visión compartida con la concejala Danae Mlynarz y equipos especializados de arquitectos. También se consideran documentos emanados de los arquitectos Marcelo Carvallo y Daniela Donoso y el documento elaborado en 1995 por Fernando Castillo Velasco y Herman Schwember. A pesar de ello, sólo lo compromete a él, ya que es una síntesis particular en que las citas no han sido autorizadas. LA FINALIDAD DEL DOCUMENTO ES COLABORAR CON LA DISCUSIÓN DE NUEVAS PROPUESTAS PARA ÑUÑOA.Lo que sucede hoy

LO QUE SUCEDE HOY

Durante la gestión alcaldicia de Pablo Vergara (1995), actual concejal de la comuna, un equipo encabezado por los académicos Fernando Castillo Velasco y Herman Schwember formuló “Una propuesta para el desarrollo armónico de Ñuñoa”. Después de dos meses de trabajo participativo se logró “diagnóstico sintético que refleja un balance muy positivo de las fortalezas sobre las debilidades de la Comuna”, que contiene “un esfuerzo de describir la vocación profunda de la Comuna como territorio urbano habitable y pleno de sentido”.

A juicio de estos profesionales, tal esfuerzo deberá conducir la formulación de un nuevo Plan regulador Comunal, a nuevas formas y posibilidades de vivienda social y a mejores soluciones para la vivienda y los servicios.

Dice el documento, al referirse a las medidas de corto plazo para resguardar la Comuna: “1. La más importante de todas se refiere a la reformulación del Plan Regulador. A fin de evitar una estampida especulativa de graves consecuencias, se propone congelar los permisos de construcción por el período más breve posible hasta que se haya aprobado el nuevo Plan Regulador.”

Esto en 1995. Y no pasó nada. Desgraciadamente este documento, muy ilustrativo, quedó en los anaqueles de la Dirección de Obras Municipales o en los archivos de quienes lo conocieron entonces, pero no tuvo aplicación práctica.

Y las cosas comenzaron a cambiar hace unos ocho o nueve años y más aceleradamente en los últimos seis.

Pasó lo que Castillo Velasco temía. Empezó la gran batida: las construcciones de edificios donde antes hubo casas.

Sectores sociales emergentes gracias a los avances de la vida moderna (los bienes que antes eran de lujo, ahora son necesarios para las personas sencillas: teléfono, televisor, radios, automóvil, colegios particulares, computadores) querían venir a vivir a Ñuñoa.

Muchos de los ñuñoínos se iban a Las Condes y Vitacura en busca de arrimarse a los más ricos.
Así se produjo la confluencia del deterioro de las viejas casas y el deseo de llegar a la comuna de otros grupos sociales. Comenzaron las construcciones de edificios.

Vino la presión de las empresas por construir edificios de gran altura, sacando mayor partido del terreno. Comenzó el crecimiento habitacional de la comuna, en forma desordenada, guiada sólo por los intereses concretos de quienes querían vender sus viviendas y de quienes querían construir. Las constructoras y arrasan con las casas, que ya están deterioradas y descuidadas, porque los viejos se empobrecen, mueren y los hijos se han ido a otros lares.

Dice un vecino:
“Es impactante cómo la actual política urbana se sustenta en el más corto plazo, da la sensación que llegaron los bárbaros, destruyendo construcciones de valor patrimonial, para reemplazarlas por cualquier cosa que se pare, carente de arquitectura, que se pare por sobre su amable línea de cielo, o dicho de otra manera por sobre su perfil urbano. Se sitia a los vecinos con demoliciones que no cumplen las normas de ruido, de sanidad, de seguridad y para qué decir si tiene que ver con el derecho de las personas a descansar después de una jornada laboral, las empresas constructoras trabajan hasta altas horas de la noche, no hay a quién reclamar y el teléfono municipal para estos efectos lo atiende un personaje que se irrita ante un reclamo de esta naturaleza.”

Ofrecen precios siderales para adquirir terrenos y construyen con grandes márgenes económicos. “Da la impresión que la política territorial se sustenta en la sobre utilización de espacios urbanos que cuentan con niveles de equipamiento óptimos, para ponerlos al servicio y uso indiscriminado de las inmobiliarias y constructoras, empresas que no necesitan invertir un solo peso en vías, áreas verdes, infraestructura sanitaria e incluso, en ocasiones no se invierte ni siquiera en estacionamientos.”

Como hemos dicho, espacios y servicios previstos para unas pocas familias deben ahora sostener muchedumbres que lo saturan todo. Este aprovechamiento de recursos instalados no va en beneficio del precio ni del futuro habitante de la comuna, sino del empresario y genera un nuevo problema que serán las arcas municipales quienes deberán solucionar.

Cada vez construyen más y siguen teniendo demanda, por lo que los precios se mantienen altos.
El aumento desmedido de edificios carentes de “una propuesta arquitectónica y urbana que recoja la identidad de Ñuñoa”, revela una precaria visión del desarrollo y de la modernidad invocada.

Tal aumento se establece en los entornos tradicionalmente más gratos y protegidos, frecuentados por los niños, los estudiantes, los adultos mayores. “A modo de ejemplo: se está construyendo un edificio en la Plaza Bremen, una de las áreas verdes más acogedoras;” se han construido varios en el entorno de la Plaza Los Guindos y frente a la Plaza Melvin Jones. “Sin plantar un solo árbol nuevo, sin aumentar la capacidad sanitaria, sin construir nuevos lugares de juego para los niños o proteger los existentes, usando además en forma abusiva las calles para estacionar. Un caso representativo de esta situación son las vías aledañas al edificio consistorial, donde han surgido indiscriminadamente edificios sin la dotación urbana necesaria y cuyos habitantes originales han sido, literalmente, expulsados del barrio por sus efectos.”

Así se ha ido repoblando una comuna que había disminuido su población, comenzó a recuperarse algo su comercio en áreas como la gastronomía, la cultura y la diversión.
Pero el mundo está hecho de paradojas.

Los nuevos habitantes venían a encontrar la vida grata de la mítica Ñuñoa. Pero esa vida grata, justamente con la llegada de tanta gente, se ha ido perdiendo. Entonces se hace preciso acoger a esos vecinos e invitarlos a ser de Ñuñoa: es decir, aprender a vivir en el estilo comunal: integrados al barrio, ocupar las calles entre todos, disminuir las rejas, respetar a los peatones, los estacionamientos. En fin, vivir la cultura ñuñoína, recuperar el carácter de los barrios.

En los sectores centro y norte de la comuna se ha planteado un conflicto entre la continuidad en la construcción de edificios de altura - con la consecuente incorporación de nuevos vecinos a la comuna - y la necesidad de preservar el carácter y el estilo de la vida de nuestros barrios.

Hace unos días caminaba por la calle Domingo Faustino Sarmiento y sentía la vieja Ñuñoa deteriorada no sólo por edificios horrendos, sino sobre todo por rejas y protecciones horribles que dan cuenta de una vida atemorizada, más allá de lo real del peligro. Pude sentir la necesidad de hacer algo dirigido a que los vecinos asuman su interés por el lugar en el que viven y restablezcan las antiguas relaciones de pares – sin importar condición económica - que experimentamos los que llevamos casi seis décadas en la comuna. Porque éramos una comuna pluriclasista, con inmigrantes de todos lados, muchos profesores, abogados, empleados públicos, comerciantes. Es necesario que se mantenga la relación entre los vecinos y la gratificación del espacio público como un punto de encuentro.

Las autoridades públicas del Estado (Ministerio, autoridades regionales), con la complacencia de las autoridades locales, han determinado que Ñuñoa debe tener una densidad superior a la actual, sin importar ni lo que piensen los vecinos ni como se vean afectadas las condiciones de vida de los habitantes. Un solo caso: el flujo de vehículos por la comuna, que es el tránsito casi obligado para los que viven en la precordillera ya daña nuestra vida. Si a eso se le agrega que en un terreno en el que vivían tres familias, ahora viven 72, tendremos una enorme cantidad de vehículos circulando, estacionando, entrando y saliendo. Las calles durarán menos y el flujo será más lento, lo que en si no es malo, pero resulta desagradable cuando es producto de atochamientos. ¿Y cómo desincentivar el uso del auto, cuando la locomoción sigue siendo mala e insuficiente?

Muchos nos oponemos a que la comuna pierda su carácter. Pero, aun Ñuñoa sigue siendo una comuna apetecida por personas que gustan de los barrios tranquilos, los almacenes de la esquina y las caminatas antes de la puesta del sol en el verano, justo a la hora en que se desata el viento precordillerano. Es decir, la comuna va perdiendo algo, pero sigue teniendo mucho. Quiere decir entonces, que estamos a tiempo de rectificar y eso es lo que corresponde.
Así evitaremos la destrucción del estilo ñuñoíno.
Grupos de vecinos dicen: no queremos que se sigan demoliendo las casas que han sido características de Ñuñoa. La autoridad, se dice, debe hacer algo. Y lo que puede hacer la autoridad municipal es promover el cambio de las normas de constructibilidad de la comuna. No es cosa de decir que se prohíbe construir. No es cosa de impedir que la gente venda sus casas. Debemos generar normas, consensuadas con los vecinos, en virtud de las cuales lo que se construya en Ñuñoa respete el estilo de vida e incorpore a ellas a los habitantes del sector sur.
Porque lo que sucede ha agravado la situación de los sectores más pobres, particularmente los de la zona sur de la comuna y los del sector poniente (Población Arturo Prat y otras villas cercanas). Decían Castillo Velasco y Schwember en 1995: “La prosperidad relativa de la Comuna hace todavía más dura la vida de sus pobres y de las personas que sufren limitaciones por condiciones de discapacidades, edad u otro condición de desventaja. Por tanto, una estrategia de desarrollo equitativo debe asumir la situación de los menos afortunados, en especial en relación con la vivienda social y la situación de los allegados.”

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