miércoles, enero 28, 2015

DEMOCRACIA CRISTIANA Y MODERACIÓN

(Artículo para www.cooperativa.cl)



Se ha aprobado la primera parte de las reformas que en torno a la educación impulsa el gobierno actual. Más allá de algunos detalles, se reunió la mayoría suficiente y sentimos que se avanza hacia una situación de mayor justicia, creando las posibilidades de que en esta nueva estructura las cosas mejores. Ahora habrá que ir a lo fundamental: profesores y enseñanza. ¿Quiénes enseñan? ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar?
El diario EL MERCURIO, en su comentario editorial echa de menos lo que llama “el rol moderador” que sería propio de la Democracia Cristiana y dice que ese partido ha renunciado a ello. MI pregunta es si acaso es ése el rol de la Democracia Cristiana en la sociedad chilena. Quizás eso sería propio de un partido de centro que, sin ideología propia, se pasea entre la izquierda y la derecha buscando un centro equilibrado, con un poco de aquí y un poco de allá. Por cierto, si observamos las conductas que ciertos dirigentes han querido imprimir en la Democracia Cristiana, así parece ser. Para mi sorpresa, algunos destacados dirigentes han asumido la creencia de que debe ser un partido de centro.
No sé qué pensaría EL MERCURIO de la campaña y del gobierno de Eduardo Frei Montalva, que tenía como lema “Revolución en libertad”. Esa actitud no era de moderación, sino por el contrario, una iniciativa de gran significado en cuanto remover estructuras para fundar una nueva sociedad. Y así fue que la derecha y el propio decano de la prensa atacaron sin dar tregua a Frei y trataron de llevar al gobierno a retraerse en el cumplimiento del programa y luego incluso intentaron un golpe de Estado que fracasó, aún no se sabe por qué milagrosa intervención.
El papel de la DC no es ser centro, sino vanguardia, al decir de las palabras tan claras y rotundas de Jaime Castillo Velas, Tomic, el mismo Frei Montalva, Leighton. La función no es moderar, sino impulsar los cambios y direccionarlos en una perspectiva humanista y cristiana, en el sentido de valorar al ser humano como el centro de las preocupaciones sociales, políticas y económicas.
En el caso de la reforma educacional, lo que nos pareció faltante no fue un rol moderador, sino una posición clara que hubiera inspirado los proyectos. La dirección de la DC se satisfizo en un rol contestatario, en lugar de haber formulado proposiciones globales, sólidas y argumentadas respecto de los temas. Un documento que, basado en los acuerdos del congreso del PDC, hubiera propuesto temas, orientaciones y soluciones concretas y que sirviera de marco referencial a los diputados y a los senadores.
Moderar puede ser muy bueno a veces, pero no siempre. Lo que debieran entender los actuales dirigentes es el diálogo de Olafo con Chiripa: ¿Dime Olafo, es buena la moderación?... Si, si no te extralimitas.

lunes, enero 19, 2015

MI ACTO DE CORRUPCIÓN

ESTE ARTÍCULO ES DE PABLO HALES y fue publicado en www.cooperativa.cl.

Nuevamente la “clase política” nos brinda un vergonzoso escándalo de corrupción. El caso Penta.
Y nos muestra varias cosas que ya se han hecho costumbre (partiendo por el acertado calificativo de clase).
Un  poderoso grupo de empresarios financiaba campañas de políticos, para luego cobrarles en favores, comprometiéndolos en la defensa de sus intereses.
Corrupción. Políticos a la venta. Y luego, defensa de clase.
De alguna forma, todos los sabemos o al menos lo sospechamos. Sabemos que son muchos los políticos que están financiados por los grandes grupos de interés y que derecha y descaradamente, defienden sus intereses.  Desde gremios, empresarios, organizaciones aparentemente sociales, etc.
Los guionistas de Hollywood, no son tan creativos y finalmente muestran la realidad. Y ahí está la primera gran herida.
Porque finalmente, los políticos, nuestros políticos, son personas que han sido elegidas por el pueblo para representarlo. Para actuar en defensa de los intereses del pueblo. Hay una delegación del poder soberano del pueblo hacia individuos que detentan cargos, con el poder de dirigir el país.
Pero resulta que finalmente, estas personas, al menos varias de ellas, tuercen la Ley que ellos han dictado e incurren en conductas que para las personas normales serían graves delitos y los hacen pasar como errores (o actos de valentía incluso como la defensa de Moreira, que lo hizo para favorecer a sus electores), pretendiendo transformar actos delictuales en actos virtuosos, como si sus electores, el pueblo, fueran una tropa de descerebrados. Lamentablemente, el pueblo termina actuando de esa forma, pues sigue reeligiendo a los mismos.
Y esta verdadera conducta delictual, ya se ha hecho una costumbre que traspasa todas las barreras políticas. No es exclusiva de la Derecha ni de la Izquierda, es propia de “la clase política”.
Y acá la cosa se pone más oscura.
Primero porque se crea una cultura de “clase”, de un grupo sobre el pueblo, que se justifica por sí mismo y que considera que todo lo que sea necesario para mantener el poder es bueno, aunque sea abiertamente contrario al pueblo que le ha dado el poder.
Y luego, por el gigantesco descrédito en que ha caído la actividad política en nuestro país.Tenemos autoridades que consideran que evadir impuestos y torcer la ley de financiamiento electoral no es más que un error, cuando es un delito. Otros que consideran que las violaciones a los Derechos Humanos, fueron excesos y no crímenes. Que apropiarse de las empresas del Estado a precio vil, fue una forma de salvar al país pues las empresas en manos del Estado están destinadas al fracaso. Que usar los empleos estatales como una forma de construir sus máquinas de poder, es una forma correcta de hacer política. Todo está permitido, mientras ellos estén en el poder.
Y claro, cuando son sorprendidos, se presentan con caras dolidas y avergonzados, diciéndole al país que “asumirán su responsabilidad política”. Y acá lo más grave.
Porque por los mecanismos del sistema judicial, sabemos que los políticos involucrados difícilmente van a tener responsabilidad o consecuencias criminales o civiles (no habrá políticos presos ni condenados a restituir los dineros con que defraudaron al Estado). Pero lo que podríamos esperar es que asumieran su responsabilidad política, que se concreta en perder el cargo y en general, en dar un paso al costado y retirarse de la actividad política.
Es impensable, en un país con una cultura política mínima, pensar en políticos involucrados o defensores de las violaciones a los Derechos Humanos, que luego de 10 años y sin asumir ni un gramo de responsabilidad, puedan ejercer de ministros, senadores o diputados. Es impensable, pensar en políticos que reiteradamente son involucrados en actos de corrupción (financiamiento ilegal, defensa de intereses de grupos empresariales, nepotismo, etc.), puedan seguir en sus cargos, como si nada hubiera pasado.
Pero acá ocurre. Y el descrédito de la política, llega a su culmine, cuando en la última elección presidencial, vota casi un tercio de los que deberían haberlo hecho. Ya a nadie le interesa.
El descrédito de la política y la falta de participación popular, solamente son útiles a quienes están en el poder y luchan por mantener las cosas como están. Nada de eso favorece ni al Pueblo ni a quienes intenten cambiar el orden de las cosas.
Y en mi opinión, esto no es casual. No es producto de la mala suerte. Es parte de un diseño, pensado para evitar la participación popular. Es el centro de un diseño que es por definición antidemocrático, pues está pensado en impedir la democracia y la participación, para mantenerse así e impedir los cambios.
Y para estar a tono, perpetraré mi acto de corrupción.
La editorial Ediciones Radio Universidad de Chile, dirigida por el gran Juan Pablo Cárdenas, acaba de publicar el libro “La Rueda de la Historia. Testimonio de un protagonista”, de mi padre, el abogado de derechos humanos, político y tarotista Jaime Hales.
Es indispensable leerlo. Porque en este difícil escenario es cuando vale la pena leer a alguien que no tiene ninguno de esos compromisos políticos y que desde su libertad es capaz de escribir su testimonio contándonos, cómo se ha construido un modelo de desarrollo basado en el neoliberalismo extremo, una democracia protegida o aparente, un gobierno autoritario y nulas posibilidades de promover los cambios que el Pueblo o la Nación soberana demande.
Me emociona leer a mi padre, porque veo parte de mi vida, de mi infancia. El miedo, la sensación de lucha, la fragilidad, el compromiso emocional con el destino de la Patria, algo de heroísmo. La entrega.
Son muchas las historias y las anécdotas. Con nombre y apellidos. Datos que no les van a contar en otros lados, porque sus protagonistas necesitan olvidarlos, porque defienden sus posiciones de poder, no la verdad, no la democracia, sino su democracia. Esa democracia aparente, en la que nada puede cambiar y en la que nadie quiere participar.
Y claro, deja en evidencia, como se ganó un plebiscito, pero finalmente la Dictadura Cívico Militar (sí, la de los cómplices pasivos) triunfó, pues logró imponer a raja tabla y sin derecho a discusión, su modelo de desarrollo para este país.
Parece un final triste y deprimente.
Finalmente nada va a pasar. Y los malos volverán a ganar. Es probable que los políticos del caso Penta salgan libres y no ocurra nada. Y el Pueblo lo olvidará nuevamente, porque ese es el modelo. Un Pueblo ignorante.
Pero para evitar eso, tenemos que reconstruir la memoria. Léase este libro.
Y saben, tiene un final feliz. Porque nadie tiene clavada la rueda de la fortuna, la historia seguirá girando y ni siquiera los más poderosos la podrán detener.
Y un pueblo instruido podrá seguir de pie y hacerla girar.

domingo, enero 18, 2015

EL FIN DEL PAPADO


El fin del papado

Jaime Hales

Después de 8 siglos había sido elegido un Papa alemán. Después de 6 siglos, un Papa – ése - ha renunciado a su cargo. Si a eso sumamos otros signos (un negro en la Casa Blanca, una mujer en Berlín, un indio en Bolivia, entre otras manifestaciones novedosas) podemos concluir sin dudar que estamos en un tiempo especial de la humanidad.

Nadie puede discutir la importancia de la Iglesia Católica en la actualidad que, aun cuando menor que en siglos precedentes, marca los temas de una buena parte de los humanos e influye en las decisiones no sólo de católicos, sino también de muchos otros hombres y mujeres, incluso de los más poderosos del orbe.

Más que especular en torno a las motivaciones secundarias u ocultas de la renuncia, a las que son tan aficionados los periodistas especializados (curas o no), hay que reconocer un hecho central: Benedicto XVI, hombre poderoso, de una institución poderosa, elegido por sus pares en nombre de la divinidad que los inspira según su convicción, que puede permanecer en el cargo hasta la muerte misma, decide retirarse. No lo hace por miedo a repetir la agonía de Juan Pablo II como dijo alguien. Lo hace por la convicción de que es la voluntad de su dios que la institución sea dirigida por un hombre en sus cabales físicos y mentales. Y él sabe que físicamente se cansó y carece de fuerza.

Tal vez se gastó de más su cuerpo por los pesares que debió soportar, por el exceso de tareas, por sus viejos problemas de salud. Da lo mismo, pero él decide abandonar esa vida de hombre poderoso, en la que sin dificultades pudo haber permanecido hasta el fin. Porque esa vida se acompaña, como proclamó Alejandro VI, uno de los papas Borgia, de los placeres y bienestares que dios depara a los justos en el cielo, llena de atenciones, cuidados y beneficios de la índole que él quiera.

Y sentirse poderoso es algo que le gusta especialmente a los que entran en la tarea política, sin perjuicio de que todos ansiamos a una cierta cuota de poder. Pero él renuncia al poder, para que otro más joven asuma sus tareas y enfrente la nueva época que vivirá su institución, a la que muchos pronostican finales terribles y hasta su destrucción total. Es el temido “fin del papado” que predijo San Malaquías, después de un último pontífice llamado Pedro el romano, que debiera ser el que se elija en marzo.

Lo que hizo Benedicto XVI fue poner fin a una época de transición, que inició Juan XXIII con el Concilio; conducido por Paulo VI; y frenado y manipulado por el papado de Juan Pablo II, un conservador mediático, de bonitos discursos pero cobarde ante el disenso, tolerante frente a la corrupción, protector de siniestros personajes, aliado político de los republicanos de Estados Unidos en sus peores políticas de violencia e imposición de voluntades en la comunidades más débiles.

Mientras su antecesor quiso poner lápidas al progreso, a la actualización de la institución frente al mundo, Benedicto XVI se limitó a recordar la frase de Jesús en la oración sacerdotal: “No te pido que los apartes del mundo, sino que los preserves del mal”, recordando que no es el mundo el mal, sino las conductas de cada uno y entonces metió mano dura en todo lo que fue tolerante el anterior.

Sin duda eso lo cansó. Sobre todo porque empezó a ser evidente que Benedicto XVI era muy distinto que Ratzinger, menos conservador que su yo que murió al asumir el papado, más valiente, más luchador. En lugar de ocuparse en preservar la entidad administrativa a su cargo, prefirió limpiarla de pedófilos, corruptos, fornicadores, pederastas, poniendo énfasis renovador en la mirada sobre el mundo.

Benedicto XVI fue mejor Papa que lo que muchos podíamos esperar de Ratzinger, para la Iglesia Católica y para el mundo. Abrió las ventanas y las puertas para que entrara el aire puro, como quiso Juan XXIII, para que comenzara a salir la carroña que carcomía los cimientos, no de la fe, sino de la Iglesia institucional.

Su renuncia en un acto solemne y hermoso, porque permite ver a un hombre que no se aferra al poder terrenal, pudiendo hacerlo como nadie. Ejemplo que muchos podrían seguir en el mundo. Desde nuestros líderes locales que se eternizan en los cargos de elección popular, hasta gobernantes que se sienten iluminados e iluminadores de sus pueblos por lo cual quieren quedarse hasta que los consuma el cáncer o los erradiquen sus pueblos mediante la rebelión.

Tal vez de verdad sea el fin del papado. Puede ser. Pero no en el sentido de que la Iglesia Católica se acabe, sino en cuanto el obispo de Roma no sea más que un primus inter pares y las diócesis locales recuperen su importancia, agrupados en una forma similar a lo que sucede con las iglesias ortodoxas cristianas en la parte oriental de occidente.

La renuncia de Benedicto XVI hará que el mundo se vuelva a preguntar muchas cosas, especialmente sobre la vigencia de este poder vertical y transnacional que trasciende sus campos de acción religiosos.

Vuelve a nacer Ratzinger, pero ahora con una nueva experiencia. ¡Que viva muchos años! Así el mundo ganará un pensador profundo y su institución a alguien que prefiere orar a la divinidad que vanagloriarse de ser su vocero.

Un comentario contingente: el derecho propio



Es probable que Mariana Aylwin, como muchos otros hijos de demócratas cristianos de tradición o de la época de los fundadores, no haya sentido la libertad de elegir su camino militante y que su acercamiento a la Democracia Cristiana haya estado más marcado por cuestiones emocionales que intelectuales. Así pasaba con muchos. Los grandes líderes, por añadidura, nos despertaban emociones profundas, ya se trata de Eduardo Frei, Radomiro Tomic, Leighton, Palma o los que le seguían, tales como Irureta, Wilna Saavedra, Mimi Marinovic, Ruiz Esquide, Ricardo Valenzuela, Renán Fuentealba. Pero no bastaba eso para ser demócrata cristiano: era necesario compartir un cuerpo de ideas, una actitud ante la vida, una posición exigente desde el pensamiento, la fe, la emoción, el compromiso, la apreciación de una realidad. Ser militante no es una cuestión menor.
Pero algunos sentían que tenían espacios dirigenciales por derecho propio, aunque militar en la DC no es sólo asunto de estilos de vida o sensibilidades. No es cosa de “sentirse” demócrata cristiano. Mariana Aylwin ataca a los militantes, a la base anónima, con un principesco tono de desprecio, como si se tratara de personas tozudas que no creen en la libertad o piensan que son poseedores de toda la verdad.
Militar una decisión que nace de la convicción de que esas ideas, esa manera de mirar la vida, ese enfoque sobre la sociedad y ese proyecto orientado a transformar o conservar la sociedad, son la mejor forma de conducir a los humanos de un cierto territorio o país a una sociedad feliz. Esa convicción nos lleva a comprometernos, lo que no significa que todo lo hagamos bien o que nunca nos equivoquemos. A veces somos indisciplinados, no nos gustan los candidatos, perdemos o ganamos elecciones internas, estamos o no de acuerdo con las decisiones más importantes. Los militantes de base nos alzamos de modo rebelde, protestamos o a veces nos vamos indignados a la casa por un tiempo.
Ser militante es una tarea sacrificada, especialmente cuando no estamos en la esfera de los grandes cargos, de los beneficios, de los puestos importantes. Los que no tenemos ambiciones desatadas, los que no pechamos por ocupar espacios en las candidaturas, muchas veces nos sentimos hasta maltratados por los dirigentes que, cada vez más convertidos en “clase política”, se dan vueltas para acomodarse donde sienten que les corresponde.
Quienes sólo tienen la sensibilidad pero no adhieren a las ideas, las callan y las olvidan y se sienten con el derecho de ir reorientando las acciones del partido por el mero hecho de ser parte de los que han detentado el poder, de los grupos o de las máquinas que les permiten sostenerse. Entonces, un partido que nació como la Democracia Cristiana, más allá de las izquierdas y derechas, en una mirada distinta de las opciones, es llevado paulatinamente a definirse como centrista, lo que a unos les permite comportarse como centristas de derecha y a otros como centristas de izquierda. Un partido que nació para sustituir el régimen capitalista y enfrentar tanto la visión marxista como la neo liberal, es llevado por pragmáticos y sensibles dirigentes (algunos llegando al Partido más por amistad que por doctrina, nunca pasando por la militancia de base sino directo a ser cabeza) a asumir posiciones propias de la derecha neo liberal y a buscar alianzas con quienes sustentan el esquema social y económico impuesto por la derecha al amparo del proteccionismo militar.
Hoy, tanto Mariana Aylwin, como otros dirigentes del partido, algunos de los cuales han renunciado a la militancia, se declaran partidarios del orden vigente y se resisten a recuperar las bases fundamentales del pensamiento demócrata cristiano. Esas ideas matrices nos llevan a sostener la necesidad de grandes alianzas para la transformación de la sociedad hacia la fraternidad, la solidaridad, la justicia y, por cierto, la libertad.
Cuando los dirigentes sienten que su derecho emana de su clase, de su riqueza, de sus poderes personales, despreciarán y tratarán de instrumentalizar a los militantes. Eso es lo que hay que evitar en esta hora de la Democracia Cristiana.

miércoles, enero 14, 2015

20 AÑOS NO ES NADA



Hace 20 años yo era Decano de la FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL ANDRÉS BELLO. Un hermoso proyecto que desapareció en 1996. Hacíamos muchas actividades. Una de ellas fue el Seminario “PROBLEMAS DE LA ÉTICA CONTEMPORÁNEA”, con la participación de los académicos de la propia universidad y de otros invitados.
He decidido publicar ahora el discurso que leí esa mañana del 6 de octubre de 1994 al inaugurar dicho Seminario. Con los matices del caso, tiene vigencia. No les he cambiado nada.

SEÑORAS Y SEÑORES ACADÉMICOS:

Los problemas éticos han cobrado una nueva e inesperada actualidad en estos últimos años.

La opinión pública, como nunca antes en este siglo[1], está preocupada de temas vinculados a la ética. Tal atención cruza, ciertamente, lo político. Se trata de problemas que, estando ligados a situaciones concretas de la vida, van tomando una dimensión pública sobre un trasfondo ético, que ya no sólo es personal o íntimo y que cada día es más difícil de soslayar.

El tratamiento de temas como las responsabilidades de los profesionales en su quehacer inmediato o la corrupción de los funcionarios o los políticos, en materias públicas: o la inestabilidad de la familia, el divorcio, la eutanasia, el aborto, la eugenesia, en materias que nacen de los ámbitos personales, por sólo nombrar algunos ejemplos, es un imperativo de estos tiempos en los cuales los límites de lo íntimo parecen rebasados por las consecuencias de los actos privados, convirtiendo lo que ayer era personal o familiar, en una cuestión que interesa a toda la sociedad.

Sin embargo, el tratamiento de esta temática queda muchas veces bajo el tamiz de la disputa política contingente; o se tiende a relativizar el juicio sobre la conducta del partidario o agravar las observaciones frente a las acciones de los contendores políticos; o a anatemizar las proposiciones de los demás. Abundan las descalificaciones, la vulgarización la ridiculización de los argumentos ajenos.

Esto tiende a ocultar las verdaderas dimensiones de los problemas e incluso las soluciones que se llega a proponer apuntan más a sus aspectos exteriores o aparentes que a enfrentar las causas profundas. Una sociedad en la que el brillo y el decorado parecen importar más que los contenidos, en la que lo adjetivo prima sobre lo sustantivo, termina postergando el acto de reflexionar sobre su propio quehacer o cuestionar profundamente las acciones de sus dirigentes.

Nuestra Universidad y particularmente esta Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades, ha querido contribuir al esfuerzo de muchos sectores académicos por revertir esa tendencia manifestada en los últimos años.

Para ello, ha dado especial relieve al estudio de la filosofía. Pese a que no existe en esta casa una carrera profesional que apunte directamente a esta disciplina, nuestra definición humanista nos impulsa a entregar una fuerte docencia en el área, y tanto en Derecho, en Psicología, en Periodismo como, por cierto, en Bachillerato en Humanidades, las asignaturas de filosofía tienen un lugar destacado.

La ética, en este campo, ocupa para nosotros una posición de especial atención. Más allá de las cuestiones que atañen directamente a la llamada “ética profesional” de los jóvenes que estamos formando, nos interesa impulsar una discusión académica de fondo sobre los problemas de “moral social” como los que subyacen en los temas insinuados antes.

Pero no se trata de los problemas más evidentes. Nos interesa el tema de los derechos de las personas – los derechos humanos – desde la perspectiva de la ética, entendiendo que trasciende lo meramente jurídico normativo. La interpelación a las personas, no sólo al conjunto de la sociedad, sobre las responsabilidades personales, grupales y colectivas por las violaciones de los derechos humanos, por ejemplo, es algo que debe ser asumido desde la reflexión más detenida. Del mismo modo, así como nos interesan el divorcio[2] y los temas de bío-ética, consideramos oportuno dar una mirada más amplia al entorno social, especialmente cuando hablaremos de los fundamentos de la ética y de la ética aplicada.

Señoras y señores académicos, los estoy invitando a fijar una mirada en un tema crucial: la pobreza. Aun cuando en la sociedad predomina un cierto triunfalismo por los éxitos económicos, sobrevive también un fuerte sector de la población padeciendo carencias significativas. ¿Tiene algo que decir la ética al respecto, más allá de la mirada meramente económica? ¿Nos interpela la ética de algún modo en el suave conformismo o preferimos hablar de temas grandes, pero ajenos, olvidando nuestras obligaciones particulares con las otras personas de la sociedad en que vivimos?

Este seminario es un espacio que hemos querido abrir para que especialistas del más alto nivel, profesores de esta casa muchos, amigos habituales otros, expongan sus puntos de vista y debatan con profundidad, serenidad y en la perspectiva de que es mucho lo que hay que hacer cuando el discurso de la modernidad parece secar las esperanzas de las personas y opacar la resonancia de los mensajes más exigentes en lo personal y en lo social. El triunfalismo y el desencanto son signos aparentemente contradictorios de tiempos complejos, en los que nosotros esperamos las palabras de personas ilustradas como las que se reúnen esta mañana.

Lo diré sin recatos: no somos los primeros en abrir un espacio de discusión al respecto, pero dudo que hasta ahora haya sido posible que en nuestro medio se reúnan personas de tanta calidad académica, cuya intervención asegura una contribución de la mayor importancia al debate actual.

En el nombre de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades, al inaugurar este seminario sobre PROBLEMAS DE ÉTICA CONTEMPORÁNEA, doy a todos ustedes la más calurosa bienvenida, a ésta, su casa; y les deseo los mayores éxitos en el trabajo, que será en beneficio de toda la comunidad.

Adenda:
Tal vez hoy, en 2015, otros temas se podrían agregar. Pero los temas centrales siguen siendo materia de atención: la pobreza (extendida ahora al deterioro de las clases medias); la desigualdad y la injusticia; los derechos humanos; la corrupción inundando la política; la “elitización” de la actividad política. Añadimos, el alejamiento de los partidos de sus propuestas doctrinarias; la preponderancia de los intereses particulares por sobre los generales; la sobrevaloración de los aspectos económicos y la eficacia por sobre los valores plenamente humanos; la reducción de lo valórico a los temas de las minorías sexuales.
Es el momento de reflexionar y actuar.


[1] Se trata del siglo XX
[2] Aún no había ley de divorcio en Chile y los partidos UDI y RN se oponían a legislar al respecto.