sábado, noviembre 20, 2010

PRESENTACIÓN DE "RENACER, Occidente en la hora del cambio"

Quiero iniciar mi intervención agradeciendo a los presentadores. A Delia, con quien compartí los años duros en la Radio Cooperativa y a Sergio, compañero de estas búsquedas trascendentes.
Agradezco también a la editorial, que se entusiasmó en este proyecto.
Agradezco a todos ustedes que están aquí, porque de los lectores y los amigos se hace un entramado personal que es lo que nos va haciendo crecer como personas.
Agradezco a mis hijos y nietos, a la madre de mis hijos y mis amigas y mis amigas que tanto amor me han entregado, porque de ellos me he nutrido para seguir creciendo
Este año no fue fácil. La muerte de mi madre fue un hecho importante y aunque ya ha pasado el dolor, debo decir que me ha marcado mucho. No ha sido el único dolor, están las rupturas y las ausencias, pero todo va pasando y voy creciendo.
Hace 7 años publiqué LA CAMPANA INTERIOR. Ese fue un libro escrito a partir de la inquietud de mis alumnos, quienes querían un texto en relación con los temas del pensamiento holístico que enseño en el Diplomado de Syncronía.
Desde el mismo día, nació la idea del paso siguiente: un libro con más propuesta, con más audacia. Pero fueron surgiendo otros proyectos, dos de los cuales con esta misma editorial y escritos en conjunto con mi amigo Sergio Melnick.
Al querer dar el salto, apareció de nuevo la demanda por LA CAMPANA, libro ya agotado y que contaba con una reimpresión. Fue entonces que Andrea Viu y Francisco Ortega me incitaron: reescribe ese libro. Es decir, un nuevo libro que contenga el anterior y nuevas propuestas.
Al escribir RENACER pienso también en los que no van a estudiar, los que transitan por otros caminos y se sienten inquietos por los sucesos del mundo. Personas que buscan entender por qué hoy se habla de tantos temas que fueron misteriosos hasta hace pocos años: vidas pasadas, regresiones, Tarot, astrología, espiritualidad, energías, ángeles, oráculos.
¿Por qué escribir y publicar esta obra?
Porque estamos en el final del principio, el último tramo del primer grado de una era que se abre convocadora y desafiante al mismo tiempo.
Los difusores de las culturas mayas han sostenido que el 21 de diciembre de 2012 se marca el final de un tiempo, lo que algunos han interpretado como el fin de todo y la destrucción del planeta. No hay ningún antecedente para que ello suceda. No hay más erupciones ni cataclismos, lo que pasa es que ahora los sabemos. Me atrevo a decir que lo que caerá en pedazos no serán los edificios, sino los viejos paradigmas y los viejos estilos, las antiguas formas de enseñar, de aprender, de sanar, de convivir, de organizar la sociedad.
Llevamos décadas transitando por Acuario sin que haya cesado la influencia de la era del dolor y la confusión. La claridad y la verdad se abren paso desde que los seres humanos respondieron a las bombas atómicas sobre Japón y a la eliminación de millones de seres humanos por parte del nazismo, con una declaración de LOS DERECHOS HUMANOS y no con una llamada a la venganza.
Se prendió la antorcha, con la mano de ese notable chileno que fue Hernán Santa Cruz, y el mundo comenzó un camino vacilante en las formas pero resuelto en el fondo.
Hoy, en la séptima década, podemos afirmar que hay más conciencia, más compromiso y más esperanzas, pese a que los defensores de la era que muere y los detentadores del poder intenten todo lo contrario.
El 2012, el solsticio de verano del hemisferio sur y el de invierno del hemisferio norte, marcan un límite, aunque el 22 de diciembre nos despertemos igual en apariencia.
El mundo está cambiando, como decía la canción de los sesenta y cambiará más.
La inquietud cunde. La prensa da cuenta de misterios; la ciencia desata nuevas interrogantes al hacer descubrimientos sorprendentes sobre los orígenes del planeta y de la humanidad en su conjunto; la historia se plantea más preguntas; falsos profetas y agoreros anuncian catástrofes y el fin del mundo para cualquier día próximo; el cine plantea catástrofes e invasiones extraterrestres; experimentamos cambios acelerados y constantes de la tecnología nos modifican la vida; hay violencia, desconcierto, miedo al calentamiento global y a la guerra nuclear, no ya producto de los conflictos de las grandes potencias, si no de terroristas o grupos marginales que tratan de adquirir protagonismo.
El mundo está cambiando y cambiará más.
Es evidente que hay una apertura diferente. Cuando comenzamos a dictar los cursos en Syncronía, por allá por 1995, todo lo que hablábamos era “muy raro”. Hoy, los temas en que incursionábamos son mucho más conocidos y aceptados.
Es cosa de recorrer librerías, ver la prensa, escuchar las radios, conversar con nuestros amigos, para darnos cuenta que hay muchos tópicos hoy compartidos y que ayer eran prohibidos o silenciados por prejuicios e ignorancia.
Por eso este libro: porque la comprensión de nuestro mundo renace en vísperas de este límite y necesitamos de instrumentos conceptuales para comprender el presente y trabajar por la construcción de una sociedad mejor en el tiempo futuro.
Dos ideas me interesa recalcar:
Primero, que occidente – esas culturas que nacen entre el Trigris y el Eufrates, pasan por Europa y África y llegan hasta las costas del Pacífico - tiene una visión esotérica que, más oculta a veces, más pública otras, permite comprender el mundo sin que debamos recurrir a un oriente como gestor de toda la sabiduría. La sabiduría de occidente renace cuando, luego del despertar de la ciencia y la técnica, el ser humano se alza como el proyecto emblemático del presente, mientras en otras tierras los líderes de la paz y el amor están encarcelados.
Segundo, que mientras en cada una de las eras que nos precedieron durante al actual humanidad se alzó un avatar que catalizó la orientación, para la era que se inicia no hay más avatar que la conciencia generalizada de seres humanos que avanzan en el proyecto de amor.
En estos años está naciendo una nueva humanidad. La nuestra, que vivió las glaciaciones y su final, que vivió experiencias increíbles, la mayor parte de las cuales no se trasmitieron claramente hasta nosotros, esa humanidad fundadora de civilizaciones, esa humanidad que logró sobrepasar su propia violencia y proyectarse hasta la era acuariana, esa humanidad presencia su ocaso ante una nueva humanidad que ya está poblando el mundo.
Los viejos – es decir, los que ya tenemos más de 60 años – somos los últimos nacidos en la era que se muere e iniciamos, junto a los más jóvenes el proceso de construcción del tránsito. Los nacidos en 1974 y 1992, pertenecen a ambos mundos, son el nexo vivo entre la era que muere y la que comienza nacer. Algunos hablan de la generación perdida, otros de la generación sacrificada. Los menores, son los primeros integrantes de esta nueva humanidad.
Todos los que estamos vivos hoy, cualesquiera que sea el papel que estemos jugando, somos los protagonistas del cambio de era. Somos los “constructores”, los “trabajadores de la luz” o, simplemente, como me gusta decirlo a mí, “trabajadores del nuevo paradigma”.
Mi principal aporte creativo reside en la forma de presentar el contenido, desde la compilación y organización del conocimiento, hasta el uso de palabras del lenguaje común para referirme a temas hasta ahora manejados como materias de especialistas, a lo que deberán agregarse mis particulares puntos de vista, nacidos no sólo de mis aprendizajes, sino también de mis experiencias.
Quiero que este libro sea recibido como un intento desatar en el interior de cada persona, no la adhesión a mis ideas, sino un proceso de diálogo, agitación, interés. No pretendo que estén de acuerdo conmigo, sino que acepten la oportunidad de reflexionar y mirar dentro de sí y más allá de sí mismos simultáneamente, consiguiendo que se activen nuevas conexiones internas con el conocimiento, el pensamiento y la sabiduría.
Abro puertas y ventanas, sabiendo que nadie hace el camino por otro. No olvidemos que la gran paradoja de la visión holística del mundo es la comprensión de que nada es sólo individual, aunque sea siempre individual y que nada es sólo grupal, aunque sea siempre grupal.
Finalmente, permítanme decirles que soy un optimista. Invitado por Radio Uno, escribí y leí un texto para los chilenos del 2110. En ese texto decía:
“El amor es el motor que me mueve y que mueve a muchos hoy. Amar es dar y recibir, amar es entregar la energía, es comprometerse intensamente compartiendo el dolor y la alegría.
Todo esto es lo que constituye mi sueño: una sociedad de respeto, amor, solidaridad, justicia, participación y el más pleno desarrollo humano.
Y soy un optimista. A mis alumnos de hoy les digo: antes de 200 años, estaremos viviendo ese mundo.
Ustedes, chilenos del 2110, están mitad del camino. ¿Cuánto han avanzado? ¿Son ustedes la generación que estamos esperando o Chile deberá esperar a otros?
Por mientras nosotros escribimos y leemos, nos reunimos.
Compramos el libro.
Discrepamos, concordamos y, sobre todo, celebramos. Viva el amor.

jueves, noviembre 04, 2010

Las penas

Me preguntas cómo se viven las penas y el dolor.

Para esto no hay recetas, sólo te traspaso mi experiencia.

Las penas las vivo con alegría.

Lloro, pero sabiendo que todo dolor tiene un significado y que no existe el pesar eterno.

Comprenderé el significado y trabajaré por descubrir las nuevas rutas hacia el cumplimiento de mi tarea.

Eso y no otra cosa será la felicidad.