La actitud del gobierno boliviano
no resulta fácil de entender. Ahora las emprende contra el representante
consular chileno, ni más ni menos que acusándolo de conspirar contra el
gobierno y la estabilidad política de Bolivia. Entiendo que un hombre que juega
al izquierdismo se sienta inquieto porque el gobierno de Chile envía como su
representante a un hombre de confianza de la derecha (funcionario en los 17
años de la dictadura – cuando muchos jóvenes diplomáticos eran expulsados por
sus ideas políticas -, jefe de gabinete del Ministro en tiempos de Piñera y
luego embajador en Argentina del mismo Presidente) y no a alguien que, con
igual o mayor experiencia y nivel, pueda conversar desde las posiciones
oficiales del régimen chileno.
Es verdad, como dice el Canciller
Muñoz, que las relaciones con Bolivia son una política de Estado y que no hay
grandes diferencias según sea una mirada política u otra. Eso en teoría, pues
cuando un canciller, como los hubo en gobiernos precedentes, se olvida de los
vecinos y de la importancia de América Latina, las políticas de Estado pasan a
segundo nivel. O cuando un Embajador, como lo hubo hace muchísimas décadas, se
involucra con la esposa de un alto funcionario boliviano y debe ser declarado
persona no grata en el país, no depende de la política de Estado. O yendo al
otro lado, cuando un embajador es capaz de tener relaciones de simpatía con las
autoridades del país ante el que actúa, las cosas resultan más fáciles. No
puedo, sin negar el orgullo que siento, dejar de mencionar que el papel que
desempeñó mi padre, Alejandro Hales, como embajador en Bolivia, es recordado y
validado hasta hoy como el mejor tiempo en la relaciones de ambos países.
Más allá de que Evo Morales puede
estar justificando cuestiones de política interna o quizás busca una
confrontación armada para alinear a sus opositores en torno a una sola cuestión
como es el mar soberano, es necesario que Chile actúe asertivamente y no se
exponga a situaciones que luego se puede lamentar. Cambiar al Cónsul, por alguien
de más experiencia o de ideas más claras, de mayor capacidad de empatía y
formación sólida, puede resultar ser una buena medida. Darle mayor nivel al
Consulado, poniendo como su representante a alguien que esté en la misma línea
política de la Presidencia de la República y que en ello no haya dudas.
No digo que las cosas hoy se
manejen mal, sino que es insuficiente e inexplicable que una Presidenta que se
dice de izquierda mande como representante ante un gobierno de la misma
tendencia a un hombre de la derecha. ¿No será esa una señal de que algo no se
está haciendo bien? Por lo menos se requiere un diplomático que sea capaz de
dialogar en un lenguaje similar, que ambos gobiernos entiendan y compartan,
representando no sólo la mentada política de Estado sino también la línea
política.
Es evidente que si bien Bolivia
pone hoy el tema de la soberanía del territorio como una cuestión fundamental,
el esfuerzo de Chile debe estar en demostrar a los bolivianos, al pueblo
boliviano, a los políticos bolivianos, a los empresarios bolivianos, que el
actual estatus de la situación tiene a Bolivia con un acceso expedito y
privilegiado al mar. Si los bolivianos, más allá del Ministro y del Presidente,
asumieran esa realidad, la paz activa sería posible. Pensar en un proceso
integrador con los vecinos es un esfuerzo que no puede llevar adelante un
simple funcionario si acaso no es verdadero representante del gobierno. Cuando
se nombró a Pérez Yoma, hace muchos años, se cometió el error de nombrar a un
político sin experiencia en la materia. Ahora se ha nombrado a un funcionario
sin relevancia política. Es decir, se va de un extremo a otro.
Es necesario buscar, mediante
acciones concretas, que la representación chilena actúe y no se limite a
otorgar papeles y certificados o a reunirse con uno que otro empresario.
Chile necesita mejorar el nivel
de sus relaciones con los vecinos.
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