Es probable que Mariana Aylwin,
como muchos otros hijos de demócratas cristianos de tradición o de la época de
los fundadores, no haya sentido la libertad de elegir su camino militante y que
su acercamiento a la Democracia Cristiana haya estado más marcado por
cuestiones emocionales que intelectuales. Así pasaba con muchos. Los grandes
líderes, por añadidura, nos despertaban emociones profundas, ya se trata de Eduardo
Frei, Radomiro Tomic, Leighton, Palma o los que le seguían, tales como Irureta,
Wilna Saavedra, Mimi Marinovic, Ruiz Esquide, Ricardo Valenzuela, Renán
Fuentealba. Pero no bastaba eso para ser demócrata cristiano: era necesario
compartir un cuerpo de ideas, una actitud ante la vida, una posición exigente
desde el pensamiento, la fe, la emoción, el compromiso, la apreciación de una
realidad. Ser militante no es una cuestión menor.
Pero algunos sentían que tenían
espacios dirigenciales por derecho propio, aunque militar en la DC no es sólo asunto
de estilos de vida o sensibilidades. No es cosa de “sentirse” demócrata
cristiano. Mariana Aylwin ataca a los militantes, a la base anónima, con un
principesco tono de desprecio, como si se tratara de personas tozudas que no
creen en la libertad o piensan que son poseedores de toda la verdad.
Militar una decisión que nace de
la convicción de que esas ideas, esa manera de mirar la vida, ese enfoque sobre
la sociedad y ese proyecto orientado a transformar o conservar la sociedad, son
la mejor forma de conducir a los humanos de un cierto territorio o país a una
sociedad feliz. Esa convicción nos lleva a comprometernos, lo que no significa
que todo lo hagamos bien o que nunca nos equivoquemos. A veces somos
indisciplinados, no nos gustan los candidatos, perdemos o ganamos elecciones
internas, estamos o no de acuerdo con las decisiones más importantes. Los
militantes de base nos alzamos de modo rebelde, protestamos o a veces nos vamos
indignados a la casa por un tiempo.
Ser militante es una tarea
sacrificada, especialmente cuando no estamos en la esfera de los grandes
cargos, de los beneficios, de los puestos importantes. Los que no tenemos
ambiciones desatadas, los que no pechamos por ocupar espacios en las
candidaturas, muchas veces nos sentimos hasta maltratados por los dirigentes
que, cada vez más convertidos en “clase política”, se dan vueltas para
acomodarse donde sienten que les corresponde.
Quienes sólo tienen la sensibilidad
pero no adhieren a las ideas, las callan y las olvidan y se sienten con el
derecho de ir reorientando las acciones del partido por el mero hecho de ser
parte de los que han detentado el poder, de los grupos o de las máquinas que
les permiten sostenerse. Entonces, un partido que nació como la Democracia
Cristiana, más allá de las izquierdas y derechas, en una mirada distinta de las
opciones, es llevado paulatinamente a definirse como centrista, lo que a unos
les permite comportarse como centristas de derecha y a otros como centristas de
izquierda. Un partido que nació para sustituir el régimen capitalista y enfrentar
tanto la visión marxista como la neo liberal, es llevado por pragmáticos y
sensibles dirigentes (algunos llegando al Partido más por amistad que por
doctrina, nunca pasando por la militancia de base sino directo a ser cabeza) a
asumir posiciones propias de la derecha neo liberal y a buscar alianzas con
quienes sustentan el esquema social y económico impuesto por la derecha al
amparo del proteccionismo militar.
Hoy, tanto Mariana Aylwin, como
otros dirigentes del partido, algunos de los cuales han renunciado a la
militancia, se declaran partidarios del orden vigente y se resisten a recuperar
las bases fundamentales del pensamiento demócrata cristiano. Esas ideas
matrices nos llevan a sostener la necesidad de grandes alianzas para la
transformación de la sociedad hacia la fraternidad, la solidaridad, la justicia
y, por cierto, la libertad.
Cuando los dirigentes sienten que
su derecho emana de su clase, de su riqueza, de sus poderes personales,
despreciarán y tratarán de instrumentalizar a los militantes. Eso es lo que hay
que evitar en esta hora de la Democracia Cristiana.
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Prueba
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