miércoles, enero 14, 2015

20 AÑOS NO ES NADA



Hace 20 años yo era Decano de la FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL ANDRÉS BELLO. Un hermoso proyecto que desapareció en 1996. Hacíamos muchas actividades. Una de ellas fue el Seminario “PROBLEMAS DE LA ÉTICA CONTEMPORÁNEA”, con la participación de los académicos de la propia universidad y de otros invitados.
He decidido publicar ahora el discurso que leí esa mañana del 6 de octubre de 1994 al inaugurar dicho Seminario. Con los matices del caso, tiene vigencia. No les he cambiado nada.

SEÑORAS Y SEÑORES ACADÉMICOS:

Los problemas éticos han cobrado una nueva e inesperada actualidad en estos últimos años.

La opinión pública, como nunca antes en este siglo[1], está preocupada de temas vinculados a la ética. Tal atención cruza, ciertamente, lo político. Se trata de problemas que, estando ligados a situaciones concretas de la vida, van tomando una dimensión pública sobre un trasfondo ético, que ya no sólo es personal o íntimo y que cada día es más difícil de soslayar.

El tratamiento de temas como las responsabilidades de los profesionales en su quehacer inmediato o la corrupción de los funcionarios o los políticos, en materias públicas: o la inestabilidad de la familia, el divorcio, la eutanasia, el aborto, la eugenesia, en materias que nacen de los ámbitos personales, por sólo nombrar algunos ejemplos, es un imperativo de estos tiempos en los cuales los límites de lo íntimo parecen rebasados por las consecuencias de los actos privados, convirtiendo lo que ayer era personal o familiar, en una cuestión que interesa a toda la sociedad.

Sin embargo, el tratamiento de esta temática queda muchas veces bajo el tamiz de la disputa política contingente; o se tiende a relativizar el juicio sobre la conducta del partidario o agravar las observaciones frente a las acciones de los contendores políticos; o a anatemizar las proposiciones de los demás. Abundan las descalificaciones, la vulgarización la ridiculización de los argumentos ajenos.

Esto tiende a ocultar las verdaderas dimensiones de los problemas e incluso las soluciones que se llega a proponer apuntan más a sus aspectos exteriores o aparentes que a enfrentar las causas profundas. Una sociedad en la que el brillo y el decorado parecen importar más que los contenidos, en la que lo adjetivo prima sobre lo sustantivo, termina postergando el acto de reflexionar sobre su propio quehacer o cuestionar profundamente las acciones de sus dirigentes.

Nuestra Universidad y particularmente esta Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades, ha querido contribuir al esfuerzo de muchos sectores académicos por revertir esa tendencia manifestada en los últimos años.

Para ello, ha dado especial relieve al estudio de la filosofía. Pese a que no existe en esta casa una carrera profesional que apunte directamente a esta disciplina, nuestra definición humanista nos impulsa a entregar una fuerte docencia en el área, y tanto en Derecho, en Psicología, en Periodismo como, por cierto, en Bachillerato en Humanidades, las asignaturas de filosofía tienen un lugar destacado.

La ética, en este campo, ocupa para nosotros una posición de especial atención. Más allá de las cuestiones que atañen directamente a la llamada “ética profesional” de los jóvenes que estamos formando, nos interesa impulsar una discusión académica de fondo sobre los problemas de “moral social” como los que subyacen en los temas insinuados antes.

Pero no se trata de los problemas más evidentes. Nos interesa el tema de los derechos de las personas – los derechos humanos – desde la perspectiva de la ética, entendiendo que trasciende lo meramente jurídico normativo. La interpelación a las personas, no sólo al conjunto de la sociedad, sobre las responsabilidades personales, grupales y colectivas por las violaciones de los derechos humanos, por ejemplo, es algo que debe ser asumido desde la reflexión más detenida. Del mismo modo, así como nos interesan el divorcio[2] y los temas de bío-ética, consideramos oportuno dar una mirada más amplia al entorno social, especialmente cuando hablaremos de los fundamentos de la ética y de la ética aplicada.

Señoras y señores académicos, los estoy invitando a fijar una mirada en un tema crucial: la pobreza. Aun cuando en la sociedad predomina un cierto triunfalismo por los éxitos económicos, sobrevive también un fuerte sector de la población padeciendo carencias significativas. ¿Tiene algo que decir la ética al respecto, más allá de la mirada meramente económica? ¿Nos interpela la ética de algún modo en el suave conformismo o preferimos hablar de temas grandes, pero ajenos, olvidando nuestras obligaciones particulares con las otras personas de la sociedad en que vivimos?

Este seminario es un espacio que hemos querido abrir para que especialistas del más alto nivel, profesores de esta casa muchos, amigos habituales otros, expongan sus puntos de vista y debatan con profundidad, serenidad y en la perspectiva de que es mucho lo que hay que hacer cuando el discurso de la modernidad parece secar las esperanzas de las personas y opacar la resonancia de los mensajes más exigentes en lo personal y en lo social. El triunfalismo y el desencanto son signos aparentemente contradictorios de tiempos complejos, en los que nosotros esperamos las palabras de personas ilustradas como las que se reúnen esta mañana.

Lo diré sin recatos: no somos los primeros en abrir un espacio de discusión al respecto, pero dudo que hasta ahora haya sido posible que en nuestro medio se reúnan personas de tanta calidad académica, cuya intervención asegura una contribución de la mayor importancia al debate actual.

En el nombre de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades, al inaugurar este seminario sobre PROBLEMAS DE ÉTICA CONTEMPORÁNEA, doy a todos ustedes la más calurosa bienvenida, a ésta, su casa; y les deseo los mayores éxitos en el trabajo, que será en beneficio de toda la comunidad.

Adenda:
Tal vez hoy, en 2015, otros temas se podrían agregar. Pero los temas centrales siguen siendo materia de atención: la pobreza (extendida ahora al deterioro de las clases medias); la desigualdad y la injusticia; los derechos humanos; la corrupción inundando la política; la “elitización” de la actividad política. Añadimos, el alejamiento de los partidos de sus propuestas doctrinarias; la preponderancia de los intereses particulares por sobre los generales; la sobrevaloración de los aspectos económicos y la eficacia por sobre los valores plenamente humanos; la reducción de lo valórico a los temas de las minorías sexuales.
Es el momento de reflexionar y actuar.


[1] Se trata del siglo XX
[2] Aún no había ley de divorcio en Chile y los partidos UDI y RN se oponían a legislar al respecto.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy acertado tu discurso Jaime, creo que hay muchas personas que pensamos de esa manera, lamentablemente a la hora de definirse, los intereses personales priman y la ética y los principios, dejan de ser preponderantes. Un abrazo cordial

Fernando Larrondo V. dijo...

Muy acertado tu discurso Jaime, creo que hay muchas personas que pensamos de esa manera, lamentablemente a la hora de definirse, los intereses personales priman y la ética y los principios, dejan de ser preponderantes. Un abrazo cordial

miércoles, enero 21, 2015