Hace 20 años yo era Decano de la FACULTAD DE CIENCIAS
JURÍDICAS Y HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL ANDRÉS BELLO. Un hermoso
proyecto que desapareció en 1996. Hacíamos muchas actividades. Una de ellas fue
el Seminario “PROBLEMAS DE LA ÉTICA CONTEMPORÁNEA”, con la participación de los
académicos de la propia universidad y de otros invitados.
He decidido publicar ahora el discurso que leí esa
mañana del 6 de octubre de 1994 al inaugurar dicho Seminario. Con los matices
del caso, tiene vigencia. No les he cambiado nada.
SEÑORAS Y
SEÑORES ACADÉMICOS:
Los problemas
éticos han cobrado una nueva e inesperada actualidad en estos últimos años.
La opinión
pública, como nunca antes en este siglo[1],
está preocupada de temas vinculados a la ética. Tal atención cruza,
ciertamente, lo político. Se trata de problemas que, estando ligados a
situaciones concretas de la vida, van tomando una dimensión pública sobre un
trasfondo ético, que ya no sólo es personal o íntimo y que cada día es más
difícil de soslayar.
El tratamiento
de temas como las responsabilidades de los profesionales en su quehacer
inmediato o la corrupción de los funcionarios o los políticos, en materias
públicas: o la inestabilidad de la familia, el divorcio, la eutanasia, el
aborto, la eugenesia, en materias que nacen de los ámbitos personales, por sólo
nombrar algunos ejemplos, es un imperativo de estos tiempos en los cuales los
límites de lo íntimo parecen rebasados por las consecuencias de los actos
privados, convirtiendo lo que ayer era personal o familiar, en una cuestión que
interesa a toda la sociedad.
Sin embargo,
el tratamiento de esta temática queda muchas veces bajo el tamiz de la disputa
política contingente; o se tiende a relativizar el juicio sobre la conducta del
partidario o agravar las observaciones frente a las acciones de los contendores
políticos; o a anatemizar las proposiciones de los demás. Abundan las
descalificaciones, la vulgarización la ridiculización de los argumentos ajenos.
Esto tiende a
ocultar las verdaderas dimensiones de los problemas e incluso las soluciones que
se llega a proponer apuntan más a sus aspectos exteriores o aparentes que a
enfrentar las causas profundas. Una sociedad en la que el brillo y el decorado
parecen importar más que los contenidos, en la que lo adjetivo prima sobre lo
sustantivo, termina postergando el acto de reflexionar sobre su propio quehacer
o cuestionar profundamente las acciones de sus dirigentes.
Nuestra
Universidad y particularmente esta Facultad de Ciencias Jurídicas y
Humanidades, ha querido contribuir al esfuerzo de muchos sectores académicos
por revertir esa tendencia manifestada en los últimos años.
Para ello, ha
dado especial relieve al estudio de la filosofía. Pese a que no existe en esta
casa una carrera profesional que apunte directamente a esta disciplina, nuestra
definición humanista nos impulsa a entregar una fuerte docencia en el área, y
tanto en Derecho, en Psicología, en Periodismo como, por cierto, en
Bachillerato en Humanidades, las asignaturas de filosofía tienen un lugar
destacado.
La ética, en
este campo, ocupa para nosotros una posición de especial atención. Más allá de
las cuestiones que atañen directamente a la llamada “ética profesional” de los
jóvenes que estamos formando, nos interesa impulsar una discusión académica de
fondo sobre los problemas de “moral social” como los que subyacen en los temas
insinuados antes.
Pero no se
trata de los problemas más evidentes. Nos interesa el tema de los derechos de
las personas – los derechos humanos – desde la perspectiva de la ética,
entendiendo que trasciende lo meramente jurídico normativo. La interpelación a
las personas, no sólo al conjunto de la sociedad, sobre las responsabilidades
personales, grupales y colectivas por las violaciones de los derechos humanos,
por ejemplo, es algo que debe ser asumido desde la reflexión más detenida. Del
mismo modo, así como nos interesan el divorcio[2]
y los temas de bío-ética, consideramos oportuno dar una mirada más amplia al
entorno social, especialmente cuando hablaremos de los fundamentos de la ética
y de la ética aplicada.
Señoras y
señores académicos, los estoy invitando a fijar una mirada en un tema crucial:
la pobreza. Aun cuando en la sociedad predomina un cierto triunfalismo por los
éxitos económicos, sobrevive también un fuerte sector de la población
padeciendo carencias significativas. ¿Tiene algo que decir la ética al
respecto, más allá de la mirada meramente económica? ¿Nos interpela la ética de
algún modo en el suave conformismo o preferimos hablar de temas grandes, pero
ajenos, olvidando nuestras obligaciones particulares con las otras personas de
la sociedad en que vivimos?
Este seminario
es un espacio que hemos querido abrir para que especialistas del más alto
nivel, profesores de esta casa muchos, amigos habituales otros, expongan sus
puntos de vista y debatan con profundidad, serenidad y en la perspectiva de que
es mucho lo que hay que hacer cuando el discurso de la modernidad parece secar
las esperanzas de las personas y opacar la resonancia de los mensajes más
exigentes en lo personal y en lo social. El triunfalismo y el desencanto son
signos aparentemente contradictorios de tiempos complejos, en los que nosotros
esperamos las palabras de personas ilustradas como las que se reúnen esta
mañana.
Lo diré sin
recatos: no somos los primeros en abrir un espacio de discusión al respecto,
pero dudo que hasta ahora haya sido posible que en nuestro medio se reúnan
personas de tanta calidad académica, cuya intervención asegura una contribución
de la mayor importancia al debate actual.
En el nombre
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Humanidades, al inaugurar este seminario
sobre PROBLEMAS DE ÉTICA CONTEMPORÁNEA, doy a todos ustedes la más calurosa
bienvenida, a ésta, su casa; y les deseo los mayores éxitos en el trabajo, que
será en beneficio de toda la comunidad.
Adenda:
Tal vez hoy, en 2015, otros temas se podrían agregar. Pero
los temas centrales siguen siendo materia de atención: la pobreza (extendida
ahora al deterioro de las clases medias); la desigualdad y la injusticia; los
derechos humanos; la corrupción inundando la política; la “elitización” de la actividad
política. Añadimos, el alejamiento de los partidos de sus propuestas
doctrinarias; la preponderancia de los intereses particulares por sobre los
generales; la sobrevaloración de los aspectos económicos y la eficacia por
sobre los valores plenamente humanos; la reducción de lo valórico a los temas
de las minorías sexuales.
Es el momento de reflexionar y actuar.
2 comentarios:
Muy acertado tu discurso Jaime, creo que hay muchas personas que pensamos de esa manera, lamentablemente a la hora de definirse, los intereses personales priman y la ética y los principios, dejan de ser preponderantes. Un abrazo cordial
Muy acertado tu discurso Jaime, creo que hay muchas personas que pensamos de esa manera, lamentablemente a la hora de definirse, los intereses personales priman y la ética y los principios, dejan de ser preponderantes. Un abrazo cordial
miércoles, enero 21, 2015
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