Ha salido la sentencia de la Corte de Apelaciones de Temuco ratificando la condena a Jorge Lavandero como autor de delitos sexuales en contra de personas menores de edad, los que él llamaba “ahijados”. Se modificó la sentencia de primera instancia en cuanto ahora el senador destituido deberá cumplir esta pena en la cárcel.
Miro las imágenes y me hago muchas preguntas, que no parecen tener respuestas fáciles, Sobre todo una: Jorge, ¿por qué?. ¿Por qué cometiste estos delitos, por qué te entusiasmaron los menores, por qué lo hiciste? Nunca ha dicho el senador que los hechos no son ciertos. Su afirmación es que él es inocente y no tiene de qué arrepentirse. Es decir, sigue considerando que su comportamiento con esos menores ha sido adecuado, aunque a la sociedad eso no le guste. Eso puedo entenderlo, porque Jorge es un rebelde que quiere ir contra las normas. Pero, Jorge, ¿por qué contra esa norma cuando hay tantas otras cuya trasgresión te ha hecho héroe? Luchador de miles de causas, incansable en las propuestas libertarias, desafiante, indisciplinado, casi abstemio y aficionado de dejarse ver para ser admirado física y políticamente, manda todo al tarro de la basura cuando comote estas conductas que lo han llevado a las puertas de la cárcel. De nuevo.
Conocí a Jorge Lavandero en Capuchinos, hace muchos años, probablemente la Navidad de 1962, cuando acompañé a mi padre a saludarlo. Jorge, con Esteban Leyton y Luis Minchel, tres diputados del Partido Democrático Nacional, estaban detenidos luego de ser encausados como autores del delito de injurias al Presidente de la República y pasarían las fiestas privados de libertad pues se negaban a pedir perdón. E injuriar al Presidente era – como sucedió hasta hace poco – un asunto de seguridad del Estado. Y desde entonces seguí su trayectoria, con acuerdos y desacuerdos, trabajamos juntos contra la dictadura en algunas tareas, vivimos momentos duros y cuando se reabrió la democracia incipiente lo vi comprometerse con causas hermosas y desafiantes. Por eso me pregunto qué era lo que pasaba por la mente de este hombre que parecía tenerlo todo y que sin embargo desviaba su conducta de un modo tan perverso.
Yo entiendo que todos tenemos inconsistencias en la vida privada y que cuesta mucho ser en verdad coherente. Pero es una tarea de vida, especialmente para los que viven en lo público. El punto es que más allá de errores, estamos en presencia de una conducta socialmente reprochable no sólo en lo ético sino en lo legal. Una conducta que desmiente de raíz todo compromiso con los derechos humanos, con las personas y con los más débiles.
¿Por qué, Jorge?
Miro las imágenes y me hago muchas preguntas, que no parecen tener respuestas fáciles, Sobre todo una: Jorge, ¿por qué?. ¿Por qué cometiste estos delitos, por qué te entusiasmaron los menores, por qué lo hiciste? Nunca ha dicho el senador que los hechos no son ciertos. Su afirmación es que él es inocente y no tiene de qué arrepentirse. Es decir, sigue considerando que su comportamiento con esos menores ha sido adecuado, aunque a la sociedad eso no le guste. Eso puedo entenderlo, porque Jorge es un rebelde que quiere ir contra las normas. Pero, Jorge, ¿por qué contra esa norma cuando hay tantas otras cuya trasgresión te ha hecho héroe? Luchador de miles de causas, incansable en las propuestas libertarias, desafiante, indisciplinado, casi abstemio y aficionado de dejarse ver para ser admirado física y políticamente, manda todo al tarro de la basura cuando comote estas conductas que lo han llevado a las puertas de la cárcel. De nuevo.
Conocí a Jorge Lavandero en Capuchinos, hace muchos años, probablemente la Navidad de 1962, cuando acompañé a mi padre a saludarlo. Jorge, con Esteban Leyton y Luis Minchel, tres diputados del Partido Democrático Nacional, estaban detenidos luego de ser encausados como autores del delito de injurias al Presidente de la República y pasarían las fiestas privados de libertad pues se negaban a pedir perdón. E injuriar al Presidente era – como sucedió hasta hace poco – un asunto de seguridad del Estado. Y desde entonces seguí su trayectoria, con acuerdos y desacuerdos, trabajamos juntos contra la dictadura en algunas tareas, vivimos momentos duros y cuando se reabrió la democracia incipiente lo vi comprometerse con causas hermosas y desafiantes. Por eso me pregunto qué era lo que pasaba por la mente de este hombre que parecía tenerlo todo y que sin embargo desviaba su conducta de un modo tan perverso.
Yo entiendo que todos tenemos inconsistencias en la vida privada y que cuesta mucho ser en verdad coherente. Pero es una tarea de vida, especialmente para los que viven en lo público. El punto es que más allá de errores, estamos en presencia de una conducta socialmente reprochable no sólo en lo ético sino en lo legal. Una conducta que desmiente de raíz todo compromiso con los derechos humanos, con las personas y con los más débiles.
¿Por qué, Jorge?
1 comentario:
Pienso que a veces por soberbia, transferimos a terceros lo que creemos son nuestras propias virtudes.
A Lavanderos lo queríamos, entre otras cosas porque tenía virtudes, pero además porque era de "los nuestros".... pero eso no lo transforma necesariamente en una buena persona.
Creo además, que estos vicios en que ha incurrido el senador, son una muestra de la putrefacción en que han caído nuestras "clases poderosas y dirigentes".
Así como Lavanderos es pedófilo, otros robaron las empresas públicas sin asco, otros apoyaron las violaciones a los derechos humanos y otros siguen lucrando con sus cargos de poder dando vuelta la espalda a quienes los eligieron.
Me parece que la sentencia es buena, para demostrar que aún cuando sea, en algunos asuntos, existe una pequeña posiblidad de justicia.
Y siguiendo el ejemplo de las virtudes del Lavanderos que queríamos, es imprescindible, que la justicia comience a actuar en otros ámbitos, léase corrupción e inmundicias, nuevas y viejas, sin perjuicio de los plazos de prescripción.
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