domingo, julio 24, 2005

10 AÑOS DE TRAYECTORIA

Hace 10 años Syncronía abrió sus puertas. En aquel entonces se radicaba en Ñuñoa, la histórica calle Simón Bolívar, con todos los elementos propios de una casa ñuñoína, de esas que han pasado a ser mitos de generaciones a fuerza de tanta añoranza, como los completos del Dominó o las cervezas en Las Lanzas, aun antes de que los Vidal se hicieran cargo de la fuente de Soda.
Cerca de quinientas personas estuvieron esa noche en la inauguración. Por cierto el alcalde democráticamente elegido y muchos personajes que habían pasado por mis lecturas de tarot caseras o por las cartas astrales de Pita Valdovinos, más los amigos de ambos. Gonzalo Pérez, quien poco tiempo después daría una charla para iniciar el diplomado, Gabriela Riutort, verdadera inspiradora de nuestra academia; Ely de Caso, Jaime Saéz, Hernán Valdovinos y Ana María Beseler, consocios fundadores, Eduardo Dockendorff, Nenita Borrero, amiga de siempre y para siempre, y tantos otros.
La ceremonia fue hermosa: mis hijos Pablo, Mariana y Sofía y las sobrinas de la Pita hicieron una bella representación ritual de la llegada de los cuatro elementos a Syncronía, siguiendo las pautas de un libreto basado en poemas míos. Lo busco en mis archivos y en cuanto lo encuentre lo pondré entre mis páginas de poemas.
Diez años de camino, pasando por diversas vicisitudes hasta arribar en el Puerto que estamos hoy, inmersos en una profunda reflexión para definir los siguientes pasos. Las cosas han cambiado, pues si bien fuimos pioneros al crear la primera academia no ideológica en disciplinas esotéricas, al poner en el lenguaje común la palabra holístico y abrir espacios para muchas disciplinas hasta entonces vistas con recelo por el mundo oficial, hoy día vemos que surgen otras instituciones con carácter parecido, varias impulsadas por ex alumnos de Syncronía. Primer logro obtenido: se rompió la barrera social y ahora nadie se avergüenza de pertenecer al mundo de lo que es, finalmente, certeramente alternativo al proyecto oficial.
Los alumnos que llegan saben mucho más que los primerizos de antes, pues el propio ambiente deja pasar en sus fisuras mucho de los contenidos que entregamos. Entonces se inicia una nueva etapa, en la que debemos preguntarnos qué es lo que toca enseñar y cómo hacerlo.
Hay mañanas en que imagino que esta nueva etapa exigirá mayor institucionalización. Pero al atardecer escucho una demanda: ha nacido el derecho de entregar mi visión, renunciando a las exigencias de objetividad y despersonalización pues el pluralismo y la tolerancia ya están instalados como parte de nuestro estilo y lenguaje.
Se cumplen 10 años de Syncronía y empezamos a mirar el presente con espíritu crítico y el futuro con renovada esperanza y acrecentada fe. ¿Qué se podrá esperar de nosotros ahora? ¿Qué debemos dar? ¿Qué podemos esperar nosotros del mundo que nos rodea?

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