Este documento corresponde a los planteamientos que hice en el Encuentro de Bases del PDC organizado en Santiago el 20 de junio de 2015. Está basado en las ideas expresadas por él en la campaña por la directiva nacional de marzo y las que están recogidas en los documentos de la candidatura del camarada Ricardo Hormazábal a la Presidencia Nacional.
Camaradas, agradezco la invitación que se me
ha formulado por parte de los organizadores del evento. Celebro, como mis
antecesores, la presencia de militantes de diversas regiones y la concurrencia
de algunos integrantes de directivas comunales.
He escuchado los diagnósticos de Claudia
Hermosilla, Presidente de Buin y de Fuad Chahín, diputado, quienes en términos
generales formularon un diagnóstico de la realidad del Partido. Comparto ese
diagnóstico, pues es el que sostuvimos durante la campaña electoral reciente,
sólo que entonces algunos camaradas que apoyaban la lista de Pizarro no habían
visto las cosas con la claridad de este momento en que muchos detalles han
quedado en evidencia.
¿Cuál es la actual coyuntura DC?
La Democracia Cristiana es un partido político
que vive una situación difícil,
que aún no hace crisis y se arrastra ya por muchos años. Podemos situar su
origen desde la época del gobierno de la Unidad Popular. Los primeros
desperfilamientos doctrinarios aparecen cuando algunos camaradas buscaban
aliarse con la derecha para provocar la caída de Allende, luego colaboraron activamente con el golpe de Estado (Claudio
Orrego y otros diputados, por ejemplo) y terminaron por apoyar la dictadura
desde cargos públicos (Alvaro Bardón, Juan de Dios Carmona, Jorge Navarrete,
William Thayer, Blanca Retamal, Juan Villarzú) o declararse independientes en
consonancia con la curiosa definición de la Directiva Nacional de
“independencia crítica y activa”, posición que luego fue asumida por la
directiva de la JDC al dejar la presidencia nacional el camarada Ricardo
Hormazábal.
Los menos, en el primer momento, tomamos una
postura contraria a la dictadura. Fueron los que firmaron la primera
declaración del 13 de septiembre, los que salimos a la calle a repartirla y los
abogados que se sumaron a la defensa de los derechos humanos. Bernardo
Leighton, Jaime Castillo Velasco, Roberto Garretón, Renán Fuentealba, Claudio
Huepe, fueron figuras señeras desde la primera etapa.
La lucha contra la dictadura se fue
ampliando y ya en los años 80 en todas las comunas del país había demócrata
cristianos comprometidos en ella. Evidentemente fue fácil distinguir pronto
diversas tendencias, desde los que estábamos por el derrocamiento, hasta los
que estaban por pactar una salida “democrática” que blanqueara a los que habían
sustentado el régimen y profitado de él, asumiendo el modelo cultural, político
y económico contenido en la Constitución de 1980, a cambio de espacios
políticos para los que estaban en la “oposición democrática”.
Los que menos lucharon contra la dictadura,
los que no arriesgaron, fueron quienes comenzaron a administrar el Partido (más
que dirigirlo) y cuando la directiva fue asumida por Valdés, presuntamente
apoyado por el progresismo, debió pactar con los sectores menos resueltos por
la sustitución del régimen.
En todo esto quedaba de manifiesto que el
valor de la doctrina se había deteriorado y el pragmatismo se instalaba en las
esferas de conducción. A eso se sumaron la creciente desorientación política de
los militantes y luego del triunfo de Aylwin en 1989 una desmovilización que se
fue agudizando paulatinamente. Estas tres situaciones (déficit doctrinario,
desorientación política y desmovilización de los militantes) se pueden apreciar
vigentes hasta el día hoy.
Lo anterior ha originado un sostenido
decaimiento electoral y un desprestigio social nunca imaginados. En muchos
sectores ser demócrata cristiano es visto como alguien desperfilado, medio
derechista, medio pro comunista, indefinido. En fin, un centrista. A ello han
colaborado los dirigentes que junto con declararse partidarios del capitalismo,
definen al PDC como un partido de centro, que es como una especie de promedio
entre las ideas de la derecha y las ideas de la izquierda. Olvidan esos
dirigentes nacionales, esos parlamentarios, nuestra simbólica Flecha Roja, que
muestra su punto yendo más lejos de las barreras que imponen la visión
comunista y la visión liberal. Pese a que las directivas, especialmente la de
Walker, han insistido en que seguimos siendo un partido grande electoralmente,
es un hecho claro que hemos perdido un millón de votos en menos de una década.
Todo esto se acentuado con una tremenda
desorganización
interna y una crisis ética
que está a la
vista, aunque algunos prefieran tapar el sol con una pizarra.
Por lo tanto, parece necesario y urgente
tomar medidas para el funcionamiento partidario en cinco ámbitos fundamentales:
·
Recuperar su doctrina,
·
Aumentar la exigencia ética,
·
Fortalecer la organización partidaria,
·
Mejorar la imagen de la DC, y
·
Reconstruir su carácter popular.
Algunas de estas medidas necesarias pueden
resumirse de la siguiente manera:
1. Iniciar un proceso de discusión política a fondo, para lo cual
primero es convocar a una Junta Nacional Extraordinaria y extender su debate a todas
las bases del país. Los delegados a la Junta Nacional y los parlamentarios
tendrán como tarea posterior a la Junta socializar los acuerdos y las
discusiones sostenidas, para que todos los militantes puedan estar informados.
Para ello, en la semana siguiente a la Junta Nacional deberá haber asambleas en
todas las comunas o distritos.
2. Profundizar la discusión en las bases acerca de quiénes somos y
qué queremos hacer. No se trata de refundar sino de recuperar las bases
sobre las que se fundó el Partido. Con esta finalidad será preciso acelerar la realización del
Congreso y generar debate en todos los niveles y frentes. El VI Congreso debe tener un carácter
principalmente interno, sin seguir preguntando a los curas, a los alcaldes y
dirigentes de otros partidos, cómo ven a la DC. Eso ya lo sabemos y ahora
tenemos que preguntarnos nosotros mismos cómo nos vemos, quiénes somos, qué
queremos. Durante este proceso, debemos compartir internamente lo que piensan
los militantes de distintos lugares del país a través de una difusión centralizada,
sin editar lo que se proponga en cada lugar. Esto se puede hacer a través de la
web y desde la secretaría nacional.
3. Reformar los estatutos: Es indispensable reformar los estatutos, para
adecuarlos a las actuales realidades y a nuestra visión del quehacer político.
Somos por definición y debemos ser en la realidad, un partido de vanguardia,
que está por la construcción de un nuevo orden social basado en las propuestas
doctrinarias del humanismo cristiano. Ser agentes del cambio exige un compromiso
militante a carta cabal, don de todos y cada uno de los militantes tengan
efectivamente una tarea. No somos un partido de electores, sino un partido de
personas comprometidas con un proyecto de sociedad. Cada uno en lo suyo: la
organización, las comunicaciones, las tareas electorales, el pensamiento, la
capacitación, la propaganda, el financiamiento, pero nadie estará sin tareas. Y
para acceder a cargos de representación popular o de dirección interna será
preciso haber cumplido las tareas asumidas. Algunas de las reformas que
sugerimos son las siguientes:
a. Incorporar a un
dirigente de cada una de las entidades de trabajadores, estudiantes,
pobladores, profesionales, comerciantes, artistas e intelectuales existentes en
el país, a las Juntas Nacionales, Regionales, Provinciales y comunales, según
corresponda. No es un dirigente del Frente, sino un dirigente social del ámbito
respectivo.
b.
Prohibir a los alcaldes
postular a cargos de dirigentes en el partido en cualquier nivel.
c.
Los parlamentarios sólo
podrán ser dirigentes en el nivel nacional y en ningún caso en otro nivel
directivo, sin perjuicio de su obligación de estar presente y participar en
juntas comunales, distritales y regionales.
d.
Alcaldes, diputados y
senadores que militen en el Partido deberán contribuir con un 10% de sus
remuneraciones mensuales al Partido. De esa cifra un porcentaje irá al
financiamiento de la actividad electoral del Partido, otro a la capacitación
política y doctrinaria y una tercera fracción a crear un fondo para indemnizar
a los alcaldes, diputados y senadores cuando dejen su cargo, en razón de la
limitación que deberá establecerse para solo dos períodos consecutivos, lo
considere o no la ley electoral. Esta es una necesidad para contribuir a la renovación
de cuadros directivos y de representación popular, permitiendo a militantes de
las bases acceder a ellos y facilitando la renovación en tales funciones. La
misma contribución debe exigirse a los militantes que tengan cargos en el
Gobierno y las entidades estatales con autonomía.
e.
Los parlamentarios elegidos
por el Partido deberán destinar el 80% de sus asignaciones para asesoría
profesional al Partido, para financiar un Departamento de Estudios que les
prestará asesoría a ellos, a nuestros representantes municipales y sociales y a
los dirigentes internos.
f.
Establecer la prohibición
para que sean militantes del partido las personas que se dediquen al cabildeo
(Lobby) o que formen parte de los directorios de las grandes empresas privadas
nacionales, regionales o comunales; y de aquellas empresas frente a cuya
existencia o carácter el Partido se opone o tiene reparos, como son las AFP,
las ISAPRE, las empresas comercializadoras de armas, entre otras.
g.
Las autoridades políticas
internas del Partido y los candidatos a elecciones de carácter municipal, regional,
de parlamentarios y Presidente de la República, deben elegirse mediante la
participación directa de los militantes activos que estén registrados en el
padrón respectivo a lo menos un año antes, excluyendo cualquier forma de
participación en ellas de personas ajenas, independientes o militantes de otros
partidos. Ser militante tiene exigencias, por lo que este derecho a designar a
sus representantes debe ser restrictivo a quienes desempeñan y responden a esas
tareas. Es
necesario limitar las primarias abiertas a ser un recurso excepcional para ser
usado solo en las candidaturas presidenciales cuando no se alcance el acuerdo
político. Las constantes primarias abiertas para todas las candidaturas que provocan
conflictos extras entre los partidos, impulsan acciones poco éticas y obligan a
gastos económicos que no debemos asumir.
h.
Todos los militantes deben
contribuir al financiamiento del PDC. De cada aporte un 40% pertenecerá a la
base vecinal, un 30% a la comuna, un 20% al distrito y un 10% al nivel
nacional.
i.
Los estatutos deben
registrarse en los organismos que ordene la ley y serán públicos, debiendo
asumir la secretaria nacional la tarea de asegurar su conocimiento por todos
los militantes.
4. Medidas de reordenamiento interno: Las principales y urgentes medidas que deben
tomarse en estos tópicos dicen relación con el financiamiento y administración
del Partido; los locales partidarios y el sinceramiento del padrón de
militantes.
a. Finanzas: debe establecerse con claridad cuáles
los ingresos del Partido a través de todas las vías de recaudación de fondos y
fuentes de financiamiento: cuotas y aportes de los militantes, aportes
provenientes de instituciones nacionales o extranjeras destinadas a la capacitación,
contribuciones de entidades sin fines de lucro y de personas naturales. La
administración del PDC debe ser clara, ordenada, transparente y honesta.
b. Locales partidarios: El Partido intentará tener
locales partidarios en todas las comunas, con los recursos necesarios para
mantenerlos y administrarlos correctamente. Debe partirse por establecer estos
locales en las comunas con menos recursos propios. Debe regularizarse la
situación en aquellas comunas que han tenido sedes. Los dirigentes deben responder
por la administración de los locales partidarios.
c. Corrección del padrón: es necesario sincerar el
padrón, es decir, que figuren como militantes las personas que realmente
quieran serlo y estén dispuestas a comprometerse con espíritu de sacrificio y contribución
a la causa de la Democracia Cristiana. No nos interesan meros nombres y
votantes.
d. Nuevos militantes: Los nuevos militantes
deberán ser patrocinados por dos militantes que no sean dirigentes ni
representantes populares del Partido. Todo postulante a la calidad de
militantes debe cumplir con un período de pre militancia, lapso en el que
deberá capacitarse en los planeamientos doctrinarios e ideológicos.
5. Reactivación de las bases vecinales sobre la base de las
siguientes tareas mínimas que deberán desarrollar los militantes:
· discusión política;
· inserción en la comunidad concreta;
· capacitación y reflexión doctrinaria;
· comunicaciones;
· financiamiento.
Cada reunión
de base deberá tratar estas temáticas.
6. Restablecer el funcionamiento periódico de las Asambleas
Comunales, con
la participación de los dirigentes sociales, de las autoridades locales, de los
parlamentarios.
7. Reactivación de los frentes para que adquieran presencia propia,
fortaleciendo la inserción popular del PDC.
8. Asignar tareas a los militantes: Los
militantes deben tener tareas concretas, de las que deben informar
periódicamente. Las tareas serán en áreas que cada militante elija, pero su
compromiso debe ser real y exigible. Nos referimos a tareas tales como:
difusión, capacitación, propaganda, control, organización de actos, captación
de militantes, coordinación, entre otras.
9. Establecer una Escuela de Formación Política que tendrá diversos
niveles.
Luego de dos años de funcionamiento, ninguna persona podrá ser elegida
para cargos directivos sin haber aprobado un curso de formación a lo menos para
el nivel comunal, dos para el nivel Regional y tres o más para el nivel
nacional;
En
cuanto a la orientación política de la
Democracia Cristiana
La Democracia Cristiana es una organización política que, sustentada en
el humanismo cristiano, propone la construcción de una nueva sociedad basada en
la fraternidad, la justicia y la libertad, sustituyendo el sistema actual
basado en el consumo, la codicia y la desvalorización de la persona en
beneficio del capital.
Para llevar a cabo esa transformación, se organiza como un partido
político de vanguardia para actuar en el seno de la sociedad. Su propuesta
supera los esquemas tradicionales de izquierdas y derechas nacidas a más de 200
años y se define como una fuerza popular, democrática y arraigada en las
tradiciones de Chile y de América Latina.
Con el objetivo de alcanzar el poder para iniciar el proceso profundo y
global de transformación de la sociedad chilena, la Democracia Cristiana ha
postulado la necesidad de una unidad programática, electoral y de gobierno con
otras fuerzas que estén por la sustitución del régimen capitalista que ya en
1968 – al iniciarse el proceso que nos llevó a la candidatura de Radomiro Tomic
- llamábamos “Unidad social y política del pueblo en la base”. Esa unidad ha
logrado plasmarse en un conglomerado llamado Nueva Mayoría.
Los partidos que la integran sufren, en mayor o menor medida, problemas
similares a los de la Democracia Cristiana. Eso dificulta el funcionamiento,
pues los dirigentes parecen más preocupados de sus posiciones personales que de
conducir a sus fuerzas en el sentido que indica el compromiso tomado con el
pueblo de Chile. Con poco sentido de colaboración, una fuerte tendencia a asegurar
cuotas de militantes en determinados, un “chauvinismo”
partidista malsano, observamos conflictos que no debieran ser propios de una
alianza que busca el establecimiento de nuevas formas de relación humana.
Percibimos una aguda necesidad de destacarse a partir de buscar las diferencias
por sobre los consensos de voluntades y resulta a veces más fácil entenderse
con los partidos de fuera de la coalición que dentro de ella. La Nueva Mayoría
debe construirse sobre el respeto recíproco de los partidos que la integran,
partiendo de la representación que cada partido tiene en la actualidad.
La Nueva Mayoría, como agrupación viva de partidos que parece ser
esencial para marcar el carácter de los cambios que buscamos, debe proyectarse
en el tiempo y expresarse en los distintos niveles territoriales y funcionales.
Es necesario coordinar la acción entre los aliados e incorporar a los
independientes cuyas posiciones son cercanas a las propuestas programáticas de
la coalición. Esta acción política debe estar orientada a la sustitución del
modelo y no bastarse con cambios cosméticos. Es necesario que exista
coordinación política efectiva y terminar con las declaraciones destinadas solo
a lograr protagonismo. Se requiere mayor responsabilidad en el trabajo
político.
Mantenemos nuestro respaldo al actual gobierno y estamos dispuestos a cooperar
en la definición de las prioridades y las estrategias que deben aplicarse en la
formulación de planes concretos para la ejecución del programa de gobierno. Apoyar
al gobierno no significa ser incondicionales o renunciar a proponer acciones
concretas de gobierno. El gobierno de Bachelet fue elegido con el apoyo de los
partidos y sus decisiones no pueden ser ajenas ni distantes. Quien ejerce la
presidencia de la República no puede ejercer sus funciones sin contemplar a las
fuerzas políticas que le dan sustento. Entendemos que con la actual crisis de
legitimidad que tienen las directivas políticas, la nuestra principalmente,
Michelle Bachelet ni siquiera reciba a los presidentes de los partidos, pero
ello no puede convertirse en una práctica habitual ni menos en un predicamento
de la estructura del poder.
Estamos en el gobierno para proponer lineamientos y enfoques que permitan
avanzar en el camino de la construcción de un nuevo orden social y no solamente
para evitar que otros ganen o para conseguir trabajo para nuestros militantes.
Camaradas, estas son algunas de las propuestas concretas de esta hora.
Hay otras, sin duda, pero ellas deben nacer de la socialización de las ideas de
muchos.
Lo que no debemos hacer es eludir el debate político, franco, abierto,
respetuoso, directo, veraz. No evitar las discusiones ni renunciar a la
obligación que tenemos como partido de gobierno.
Hoy es necesario el debate interno. Exijamos espacios, exijamos Junta
Nacional, para trazar un camino que todos, todos, estén dispuestos a recorrer y
aprobar normas que todos estén dispuestos a respetar.
Ñuñoa, junio de 2015
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