Estamos en los días finales de
una campaña a la Directiva Nacional del PDC, que ha sido breve, intensa y no
exenta de dificultades.
Algunas personas nos han dicho, a
la salida de las reuniones: “parece que ustedes están enojados”. Al oír eso, yo
sonrío y digo: “No, camarada, estamos indignados”. ¿Por qué? Pues simplemente
porque esa indignación ha nacido al ver lo que ha ido sucediendo en el PDC hace
ya mucho tiempo, pero por sobre todo en los últimos diez años. Esa indignación
nos decidió a levantar la voz en un momento en que las bases carecen de
suficientes canales de expresión, no hay participación, los dirigentes hacen lo
que quieren sin sentirse obligados a dar cuenta de sus hechos y de sus dichos.
Escuchando el grito y los silencios de aquellos militantes que no pertenecen a
la elite, que no están en las trenzas del poder y de las máquinas, que no gozan
de prebendas ni posiciones de privilegio, que no son parientes de nadie
importante, presentamos nuestras candidaturas. Dirigentes sindicales, empleados
públicos, profesionales independientes, intelectuales, mujeres y hombres,
jóvenes y mayores, formamos una lista que es expresión de los que estamos fuera
de esos grupos exclusivos que han administrado, desde el Partido y el gobierno,
el sistema económico, social y político creado por Pinochet.
Malas prácticas, nepotismo,
camarillas, grupos cerrados, ineficiencia interna y política, vaguedad y
desperfilamiento político, problemas de disciplina y alejamiento de la
doctrina, desconocimiento de los acuerdos del V Congreso, oídos sordos al
clamor de las bases. Queremos terminar con las malas prácticas y poner al
Partido Demócrata Cristiano en su posición de vanguardia para construir una
nueva sociedad.
No sólo nos mueve la indignación,
sino también y por sobre todo, la ESPERANZA. Estamos convencidos de que es
posible avanzar en la línea triple de recuperar la doctrina, la ética y el
carácter popular del PDC. Queremos que el Partido inspire sus decisiones, sus
proyectos y sus acciones en la doctrina de la Democracia Cristiana y las
conductas de sus dirigentes y militantes se enmarquen en la ética cristiana.
Queremos que el Partido vuelva a jugar, con la presencia y participación de sus
militantes, un papel fundamental y determinante en las organizaciones de la
sociedad, como fue durante décadas.
Levantamos nuestra lista antes de
que las máquinas se pusieran de acuerdo en la suya. Porque queremos unidad del
PDC en un marco de decisiones claras y posturas definidas. La unidad se hace en
torno a las mayorías en la medida que sujeten su acción a los principios y
respeten los acuerdos. El PDC no es una federación de grupos ni una alianza
para tomar el poder. Tenemos ideas y es necesario que las plasmemos en
proyectos de ley y en programas claros sobre las tareas políticas que es
necesario llevar a cabo.
Es justamente lo que echamos de
menos en el comportamiento de nuestros diputados y senadores, que han limitado
su acción a ser contestatarios respecto de proyectos de otros, ya sea el
gobierno o parlamentarios. No hay propuestas concretas respecto de temas
centrales como la previsión, la salud, la educación, por solo nombrar tres
aspectos. No hay intentos claros ni concretos por terminar con la absurda
situación de empleados públicos recibiendo honorarios en abierta violación de
la ley y de la justicia. No han existido proposiciones concretas para sustituir
la constitución pinochetista. No dedican sus energías al trabajo propiamente
parlamentario ni hay esfuerzos concretos por mostrar que no somos partidarios
del capitalismo. Por el contrario, los parlamentarios y los dirigentes toman
como postura un enfoque neo liberal muy alejado de los postulados de la DC.
Esos parlamentarios, todos buenas
personas probablemente, quieren seguir a cargo del Partido, pese a que
claramente han fracasado en su conducción. Nunca la ciudadanía ha estado tan
alejada de los políticos, nunca tanto desprecio hacia ellos, nunca tan mala
imagen de la tarea política propiamente tal. De esos son responsables los que
han estado en esa labor, porque no han sido capaces de conducir el país y
avanzar en soluciones para los problemas cruciales de los chilenos. Ellos han
puesto en peligro la democracia y deben hacerse un lado. Han fracasado.
Tal como ahora, en 1973
escuchamos voces que nos decían que había que elegir entre la ética de la
responsabilidad y la ética del testimonio, es decir, o mantenernos en una
especie de tibio limbo (llamado eufemísticamente entonces “independencia
crítica y activa”) o luchar por la defensa de los derechos humanos y el fin de
la dictadura que se instalaba. Nosotros elegimos luchar, como miles de
camaradas a lo largo y ancho del país. Hoy se invoca la misma disyuntiva
weberiana, para decirnos que hay que agruparse en torno a las máquinas de poder
para sostener los espacios actuales. Les respondemos igual: el testimonio y la
responsabilidad van de la mano cuando la lucha es responsable y se respalda en
la doctrina.
Hemos hablado de la necesidad de
que el Partido recupere su posición de vanguardia, recogiendo la historia del
PDC, la de los fundadores, la de aquellas generaciones de la revolución en
libertad y las de la lucha contra la dictadura. Con esa historia y el
pensamiento humanista queremos ir adelante en la construcción de una nueva
manera de relacionarnos. El pensamiento de la DC tiene vigencia hoy día, con
más claridad incluso que hace 50 años. Estamos por la construcción de una nueva
manera de vivir, sustentados en la justicia, la fraternidad y la libertad. Las
conductas de los militantes deben ajustarse a ese objetivo, tan querido por la
mayoría de los chilenos.
Queremos que los chilenos
recuperen la confianza en nosotros y para eso los militantes deben volver a
participar, partiendo por votar en las elecciones. Eso nos ayudará a cambiar.
Hemos visto demasiadas señales por parte de los actuales dirigentes en el sentido
de no facilitar las cosas para que los 113 mil militantes vayan a votar.
Prefieren que se repitan cifras en torno a los 22 mil. Su control es mayor. No
abundaremos, pero mencionemos por ejemplo la fecha de la elección, los padrones
entregados sin direcciones, la tardía determinación del reglamento de las
votaciones, la tardía fijación de locales de votación, la negativa a hacer
debates oficiales (y en los que ha habido no participa el candidato de la lista
de continuidad).
Tenemos razones para estar indignados.
Pero cuando hablamos con los militantes, nos damos cuenta que tenemos
razones para mantener esperanzas.
Los candidatos de nuestra lista 3
somos diversos. A unos no les gusta éste y a otros el de más allá. Por cierto.
Lo que importa no es si gustan todos, porque eso no pasa en ninguna parte. Lo
que importa es que nosotros hemos probado en nuestra acción, en nuestra vida,
el compromiso con las ideas, pues vivimos como pensamos y hemos arriesgado la
libertad y la vida cuando ha sido necesario. Lo que importa es que tenemos
ideas y propuestas, que ustedes han conocido a través de nuestra folletería y
nuestras acciones de campaña.
No queremos que el Partido siga
siendo sólo contestatario ante las propuestas de los demás o que se contente
con ser un administrador de un sistema que es contrario a nuestra doctrina.
Nacimos para transformar la sociedad y no para administrar las injusticias. No
queremos suavizar el capitalismo, sino sustituirlo.
Ha llegado la hora de las bases,
de los militantes que no hemos estado en el poder.
Ha llegado la hora de exigir
consistencia, coherencia, seriedad.
Es la hora de reclamar por
conductas éticas y fortaleza institucional.
Es el momento de sentir que
renace la esperanza desde la profunda indignación.
Vamos todos a votar, en la
confianza de que el voto es secreto y constituye una eficaz arma para construir
democracia.
1 comentario:
Ver para creer
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