He terminado de leer este extraordinario libro, que en sus 245 páginas, nos entrega un ameno panorama acerca de la estrecha relación conceptual que existe entre las más antiguas visiones del mundo y el cine, el arte más moderno desarrollado por la humanidad.
En forma entretenida, sagaz, culta, extraordinariamente documentada, el autor deja en evidencia que los problemas que aquejaban a los seres humanos primitivos – me refiero a los de esta humanidad post diluviana – fueron, en esencia, de la misma naturaleza que los del hombre contemporáneo. El mito primero y la filosofía después, se hermanan en querer dar respuestas a los temas más acuciantes, tanto de la relación entre los humanos, de éstos con la naturaleza y de cada hombre consigo mismo. Es decir, el yo y la sociedad, en medio de lo que existe en forma previa a la voluntad de los humanos. Y, por lo tanto, del producto inmediato de esta interacción: la cultura.
El autor propone como hipótesis una vinculación estrecha entre los temas y las formas del cine con los mitos y pensamientos de los fundadores de occidente, para comprobar que el cine no es sólo una entretención – como tampoco lo fueron los mitos – sino que, junto con entretener lo que hace es mostrar una propuesta de ideas y valores con una técnica apropiada para el actual estado de nuestra civilización, cada vez más visual.
Recomiendo la obra, tanto para los experimentados en el cine como para quienes, como yo, no han visto ni la mitad de las obras que cita, pues el resultado más significativo es que dan ganas de ver todas esas películas y surgen en la memoria muchas otras que nos van permitiendo hacer relaciones nuevas y desafiantes.
El ser humano vive en continuo progreso sobre sí mismo y busca incansablemente respuestas. Sus líderes espirituales, sus conductores, sus paradigmas, difieren en cuanto a los nombres, pero en su esencia.
No es necesario ser experto en nada para entender el libro. Sólo se requiere un deseo vehemente de saber, de ir más allá de sí mismo y de los lugares comunes.
El autor sabe mucho, pero no se vanagloria de ello, sino que pone sus conocimientos al servicio de todos nosotros.
En forma entretenida, sagaz, culta, extraordinariamente documentada, el autor deja en evidencia que los problemas que aquejaban a los seres humanos primitivos – me refiero a los de esta humanidad post diluviana – fueron, en esencia, de la misma naturaleza que los del hombre contemporáneo. El mito primero y la filosofía después, se hermanan en querer dar respuestas a los temas más acuciantes, tanto de la relación entre los humanos, de éstos con la naturaleza y de cada hombre consigo mismo. Es decir, el yo y la sociedad, en medio de lo que existe en forma previa a la voluntad de los humanos. Y, por lo tanto, del producto inmediato de esta interacción: la cultura.
El autor propone como hipótesis una vinculación estrecha entre los temas y las formas del cine con los mitos y pensamientos de los fundadores de occidente, para comprobar que el cine no es sólo una entretención – como tampoco lo fueron los mitos – sino que, junto con entretener lo que hace es mostrar una propuesta de ideas y valores con una técnica apropiada para el actual estado de nuestra civilización, cada vez más visual.
Recomiendo la obra, tanto para los experimentados en el cine como para quienes, como yo, no han visto ni la mitad de las obras que cita, pues el resultado más significativo es que dan ganas de ver todas esas películas y surgen en la memoria muchas otras que nos van permitiendo hacer relaciones nuevas y desafiantes.
El ser humano vive en continuo progreso sobre sí mismo y busca incansablemente respuestas. Sus líderes espirituales, sus conductores, sus paradigmas, difieren en cuanto a los nombres, pero en su esencia.
No es necesario ser experto en nada para entender el libro. Sólo se requiere un deseo vehemente de saber, de ir más allá de sí mismo y de los lugares comunes.
El autor sabe mucho, pero no se vanagloria de ello, sino que pone sus conocimientos al servicio de todos nosotros.
1 comentario:
Jaime:
Cuando hablas de sumar energías, espero que no te refieras a la energía nuclear que tan determinada y desubicadamente pretende desarrollas en Chile tu (desintersado) candidato presidencial.
Claudia Inostroza
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