He esperado que amaine el dolor.
Y el desconcierto.
Mientras seis mil personas despedían a las 9 muchachas fallecidas en el accidente del norte, en el mismo cementerio un grupo más pequeño, poco más de 60 personas, en su mayoría jóvenes como mi hija Sofía, rezábamos para despedir a Martín, el hijo de Leda.
Martín falleció en un accidente casero cuando sólo tenía dos años y medio de vida. Su madre, Leda, sólo 23.
¿Quién lo entiende? Nadie, por cierto.
Es que nada es más antinatural que la muerte de un hijo y más inexplicable y triste que un pequeño tan naciente a la vida, tan lleno de luz y de esperanza, deje de estar en medio de nosotros.
Si todo tiene sentido en la vida, hay algo que quizás debamos entender.
Interpelo a Martín: ¿Qué viniste a hacer en medio de nosotros?
Y desde el silencio de la noche él me responde:
“no todos deben crecer, no todos deben permanecer. Llevé las cosas muy lejos, más allá de todo, acompañé a los que debía y mostré que hay una justa proporción entre lo que se da y lo que se recibe”.
Regreso a mi silencio y vislumbro al pequeño Martín caminando hacia su partida como si supiera exactamente lo que hacía, en un acto directo e inmediato, sin enfermedades desgastadoras de por medio, sino sólo marcando un final necesario. Porque lo que él unía ya debía separarse para siempre y porque lo que Leda necesitaba era entender que la tarea con él estaba terminada y le corresponde iniciar una nueva, diferente, en la que deberá intentar resolver problemas propios que no están resueltos.
Es la intensa relación de lo perfecto con lo imperfecto y por eso no podemos entender. Pero sí podemos aceptar, diciendo que Martín le está haciendo ver que Leda debe ocuparse de sí misma para luego ser nuevamente madre.
Por lo que Sofía me cuenta, Martín era un niño especial. Sin duda, sobre todo si acaso es cierto que, como lo dijo el diácono en su prédica, él hablaba del “infinito y más allá”. La frase no es habitual en un niño de dos años. Pero es que él tenía mucho más y su gran tarea en esta vida fue, como en El Colgado del Tarot, mirar la realidad de un modo distinto y, aun a riesgo de desatar algunas crisis, mostrarnos que el mundo es diferente y que los sentidos de las cosas existen aun no los veamos con claridad.
El dolor ha sido terrible, pero irá pasando porque el propio Martín se encargará de confortar a su madre, a Sofía, a sus parientes y a quienes lo conocimos poco o de un modo indirecto.
Tenemos que llorar, pero saber que ese deshielo del corazón será breve para dar paso a una luz en la que cuesta creer, pero que está allí, allí mismo, al alcance de la mano.
3 comentarios:
Papá: es difícil escribir, demasiado difícil. Solo nos queda unir nuestro amor, el de todos, para acompañar a Leda en su dolor. Te quiero mucho, siempre. Sofía.
Jaime:
La muerte o el accidente de un niño, es lo que más me apena y me hace llorar de impotencia.
Que Leda confie en la Paz que Dios le dará, y en las nuevas oportunidades que se le daran a partir de sus 23 años.
Reitero mis sentimientos de pesar a Sofía y a todos los que sufren por esta desgracia.
Miguel
jaine solo puedo decir muchas gracias,y que martin parta donde tenga que ir por que todavia esta en nuestra casa, supongo que espera a su madre para poder partir.
macarena
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