He esperado hasta fin de mes para referirme a este nuevo plan de transporte de Santiago. Observo con detención y reconozco las distintas reacciones como lo que son: expresión de sorpresa, rechazo a la novedad, inquietud, incertidumbre, desconocimiento, dudas. Es cierto que con el tiempo eso de suavizará. Era necesario meter mano al transporte urbano de Santiago y el diseño, por cierto, está hecho por profesionales muy preparados.
Pero, por desgracia percibo que en el trasfondo de los problemas más graves hay un profundo desapego respecto de las personas. Los “usuarios” no son más que eso, pero para los ingenieros y autoridades que están detrás no hay seres humanos propiamente tales que les merezcan importancia. De inmediato podemos darnos cuenta que los creadores del plan en sus detalles no se movilizan en micros. Por lo tanto se mueven en el campo de la teoría. Y no basta, como dijo un empresario, con enviar gente a las poblaciones o a los terminales a hacer alguna encuesta.
Los recorridos no están pensados en las personas comunes y corrientes, pues no unen los puntos donde ellas viajan, sino los que en un escritorio resultan razonables y adecuados. Mucho que caminar para poder desplazarse y ese tiempo no está considerado para el que usa las micros o el metro. No basta, por ejemplo, con medir lo que demora el Metro en su trayecto, si no se cuentan las escaleras y las largas caminatas en los túneles.
Las frecuencias son teóricas, pues se miden en promedios y no en lo que realmente necesita la población. Por Pedro de Valdivia pasan tres 103 seguidas (cada un minuto o menos) y luego media hora antes de la siguiente.
Pero lo más grave y que deja de manifiesta lo poco que han importado las personas en este diseño, son los buses. Pocos asientos para que la gente vaya de pie. Ir de pie en un trayecto corto puede ser sencillo, pero al cruzar la ciudad desde La Pintana a Vitacura resulta agotador. Además de que facilita roces, hurtos, toqueteos y todo tipo de desagrados.
En suma: un diseño teórico, que olvida a los seres humanos que deben usar el sistema. Un diseño para satisfacer a sus creadores y no al pueblo (o a la gente, como se dice ahora).
Esta es la pelea que hay que dar: convencer a los gobernantes que los chilenos somos importantes no como estadística, sino en la propia individualidad de cada uno, que merecemos respeto y consideración y que los pobres tienen derecho a que se les trate con dignidad.
Hay veces en que siento que puede ser mucho pedir, pues llevamos demasiado tiempo con el mismo sistema. Pero no estoy dispuesto a que la decepción anide. Algo hay que hacer.
lunes, febrero 26, 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Francamente muy bueno el articulo. Soy un optimista del Transantiago, aunque yo tambien e tenido muchos problemas con este nuevo sistema. Se diseño en una linda oficina por gente que anda en autos con choferes, esta claro. Pero es nuestro deber tambien reclamar a quien corresponda, a las autoridades.
Publicar un comentario