domingo, febrero 01, 2015

Camarada Carmen Hernández, ¡Presente!



La partida de Carmen nos lleva a reflexionar sobre lo que personas como ella aportan a la sociedad. Una mujer sencilla, de natural inteligencia y alta capacidad de trabajo, se comprometió desde joven por sus ideales y asumió la hermosa tarea de ser militante de la Democracia Cristiana.
Convencida de sus ideas, llevó adelante una vida intensa, expresando en cada conducta suya el contenido esencial de un modelo de sociedad con el que soñaba: justicia, fraternidad, respeto por la persona humana.
Afectuosa, atenta, de gran espíritu de sacrificio y colaboración, Carmen fue una demócrata cristiana ejemplar. No exenta de errores, supo reconocerlos y luchar por la superación.
Se hizo cargo de su entorno: las personas que la vida le confió, los vecinos, los camaradas. Imbricada en las tareas del diario vivir, fue generosa y esforzada, yendo más allá, incluso, de lo que su físico le permitía.
Basta ver a Ana María, para darse cuenta de cómo ella formó a los suyos, cuánto amor entregó y cuanta solidez hubo en cada uno de sus actos. La misma entrega, el mismo sacrificio, la misma solidez de las ideas, rindiendo siempre al máximo y haciendo bien todo lo que la demanda.
Carmen no fue suave con todos. Combatía con fiereza si era necesario, alzó su voz, salió a las calles y también se ocupó de los detalles que solo una madre o una dueña de casa sabe reconocer como urgentes: una palabra de aliento, un vaso de agua, un cariño al candidato derrotado, un reafirmación del compromiso en el diario caminar de una campaña.
Rodeada de los camaradas, de los amigos, acompañada en sus últimos meses de vida terrena con amor, partió dejando tareas: el ejemplo de una vida consagrada a la vida, de una existencia comprometida con sus convicciones y con las personas.
Nos deja tarea, desafío: ser fieles a un pensamiento y a una manera de vivir.

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