domingo, agosto 11, 2013

LA REVOLUCIÓN ACUARIANA


Este texto fue la exposición que realicé en la inauguración de MCA FESTIVAL, Satiago de Chile,  9 de agosto de 2013
Somos protagonistas de un momento histórico. Nunca hasta ahora, nuestra humanidad había tenido conciencia de estar viviendo un cambio de Era. Al entrar en Acuario, lo hacemos con una claridad generalizada que no se tuvo al entrar en Piscis o en Aries.
Estamos en una época de grandes cambios, que nos afectan en niveles colectivos e individuales.
Durante el año 2012 brotaron por todos lados preguntas y afirmaciones sobre una cierta profecía maya y sobre un presunto fin del mundo. Muchos tenían interés en que la gente se asustara.
Este fenómeno de miedo colectivo engarza con la sensación de inestabilidad, de alteración de lo estable, de la llegada de lo inesperado o del fin del mundo.
Es la gran controversia de este tiempo: el miedo y el amor. El miedo puede engendrar odio y violencia y así se mantiene el desorden establecido. El amor, el respeto por el otro, la convicción de que todos tenemos derechos irrenunciables y deberes inevitables, son piezas de un nuevo orden cultural que se está empezando a delinear.
Siembran miedo. La respuesta es sembrar amor.
No son toempos fáciles, pero son menos terribles de lo que se nos anticipa.
No estamos en tiempos finales. Hay etapas que se van cumpliendo y cada 26 mil años se vive un nuevo comienzo de ciclo.
Hace 26 mil años el hombre de Cromagnon había desplazado a las otras especies homínidas y dio inicio a un proceso de creciente aceleración, especialmente en el conocimiento científico, en la expansión del poblamiento y los procesos de información, que encuentra en nuestros días su más alto nivel.
Si algo sucede, es un mayor desarrollo de la humanidad y no un decrecimiento o destrucción.
El mundo de hoy vive un proceso de transformaciones nunca visto en la historia, por su profundidad, amplitud, velocidad y extensión. La humanidad está experimentando un cambio trascendental.
Desde el fin de la segunda guerra mundial, pasando por la creación de Naciones Unidas, la declaración de los derechos humanos, las dictaduras de América Latina, la independencia de los países de Asia y África, hasta llegar a la gran crisis del socialismo real y su desmoronamiento, el desarrollo del petróleo y la revolución tecnológica, el siglo XX fue testigo de una transformación radical de la sociedad internacional y del modo de vida de los seres humanos.
Las relaciones humanas han cambiado, porque han cambiado las comunicaciones, los conceptos, las informaciones y lo que antes no se sabía hoy se conoce y los secretos se han estrellado contra la ansiedad de transparencia.
El mundo del siglo XXI es radicalmente distinto del de los veinte siglos anteriores, porque nunca ha sido tan evidente la riqueza y tan evidente la pobreza, porque nunca como ahora hay tanta acumulación de poderes económicos y políticos en pocas manos y hay tanta marginación y miseria esparcida por el mundo.
Lo que antes fue la guerra fría, hoy se ha convertido en un mundo con tendencia uniforme, donde el capitalismo campea con su ética y su estilo, transformando a los ciudadanos en consumidores y a las democracias en mercados.
Este es un tiempo de contradicción y controversia, en el que unos se sienten dueños de la verdad y de la sociedad, mientras otros grupos, todavía minoritarios, construyen espacios de esperanza, de solidaridad y a veces de lucha contra los órdenes totalitarios y totalizadores, los sentidos unívocos y las respuestas únicas.
Aunque se ha intentado hacer desaparecer las ideologías, remitiendo las soluciones de los problemas a cuestiones técnicas, las doctrinas y las ideologías seguirán siendo un marco de referencia, en la medida que sitúen correctamente su enfoque a la solución de los problemas.
Porque la vida de los seres humanos no se reduce a lo técnico, sino que ello debe supeditarse a valores principales, a grandes principios, a programas globales de organización de la sociedad.
Las discusiones de hoy, por primera vez, están plagadas de emocionalidad, lo que hace ciertamente difícil resolver los conflictos y tomar decisiones. Las ideas sirven para canalizar las propuestas y las emociones para encender la lucha.
Las emociones sin las ideas no pueden servir de base a formulaciones políticas. Y las ideas sin emociones dejan fuera al ser humano integral y sus decisiones terminarán siendo siempre resistidas.
Es la hora del cambio, de la mirada distinta, de la propuesta audaz, de la rebeldía encauzada hacia la construcción de un nuevo orden de cosas.
Es la hora del despertar.
En este cambio de era hay que integrar ambas realidades, hasta lograr una disposición a llegar a entendimientos y acuerdos. Así se sembrará la paz.
Ya está claro para todos nosotros que el cambio social y el cambio personal son dos partes de una sola realidad y que cada uno de ellos no es posible sin el otro.
El ser humano, el aguador, se alza en medio del océano, para saciar la sed y regar la tierra ansiosa. Descubrimos que vivimos con los otros y con ellos compartimos el planeta. Ansiamos la paz y el entendimiento, la construcción de una sociedad en la que impere la justicia y el desarrollo de todos y de cada uno.
El conocimiento de sí mismo, la responsabilidad con el mundo que nos rodea, las relaciones marcadas por el respeto y el amor, ponen su sello en esta hora.
Vivimos el cambio.
Es decir, se altera lo estable, se modifica lo que parecía inmodificable.
Dicho sin ánimo de atemorizar a nadie, estamos en presencia del fin de una humanidad y el nacimiento de otra.
Se está iniciando un período de dos mil años más o menos, en los cuales primará la llamada energía acuariana.
Estamos en un punto crucial: un cambio de conciencia de la humanidad. Es un recambio de humanidad, un avance cualitativo en las relaciones humanas, teniendo como centro al ser humano mismo y su desarrollo integral. De cierto modo, repito, una humanidad que muere y otra que ya está naciendo.
Este es el cambio que estamos viviendo: un cambio de conciencia.
La nueva conciencia es la de la comprensión y el amor, el desarrollo de la creatividad y la comprensión de que el dolor no es una meta, sino un mero instrumento que irá desapareciendo en la medida que se construyan espacios del nuevo orden.
Algunos trabajamos por el cambio, mientras otros se aferran al mundo que muere, intentando defender su poder vertical y sustentado en la fuerza, mientras les sea posible.
La declaración de los derechos humanos de 1948 marcó el inicio oficial de la discusión entre los grandes paradigmas, pues al poner el acento en los derechos de las personas, se cuestiona el poder establecido y el orden construido desde el dinero y la consiguiente opresión de las mayorías por parte de las minorías.
No se trata de estar contra la riqueza ni mucho menos. El problema es la acumulación de riqueza y poder en pocas manos, teniendo como medida de lo bueno y de lo malo el interés de esas minorías poderosas.
El gran tema es la justicia como sustento del poder y como eje de la construcción del orden social. Esa justicia tiene que ver con los derechos de las personas y de las sociedades, con la construcción de órdenes sociales y económicos más participativos en la gestión y en los beneficios.
Un nuevo paradigma social deberá considerar como centro a la persona humana y sus derechos, a la que los congéneres le exigen el cumplimiento de deberes. Participar es un derecho, pero también es una obligación, pues de ese modo todos podemos ser actores de la sociedad.
Es probable que en algunos años más, siglos quizás, esta época nuestra sea conocida como la de los “inicios de la revolución acuariana”. Estamos en medio del cambio. Lo que el mundo vive es un proceso de transformación verdaderamente radical que ya ha tomado varias décadas y que probablemente durará otras más. Se trata de un cambio de paradigmas, que pone en entredicho los pilares fundamentales de los últimos dos mil años de civilización en occidente.
Estos dos milenios han tenido de todo. Una Era marcada por el dolor, la confusión, el surgimiento de muchas doctrinas y religiones, la dispersión de las creencias y las bases para el desarrollo de nuevas civilizaciones en occidente.
El poder, la represión de todo lo que salía del marco de ese poder, la tortura como método de acción y la crueldad como límite ético, van de la mano con los intentos de justificar mediante religiones y pensamientos articulados una cierta manera de organizar la sociedad.
Todo ello está terminando en estos tiempos de agitación.
Se levanta una nueva expectativa: es la posibilidad de fundar un nuevo tipo de relación entre las personas, donde cada sujeto resulta ser particularmente importante y se hace responsable del destino común de quienes lo rodean. Será la nueva sociedad, basada en el respeto de lo humano, centrada en el amor y no en el dolor, en la esperanza y no en la represión, en la participación y no en el poder, no en la imposición sino en la adhesión consciente a una forma de vivir.
Es el nuevo paradigma, el nuevo programa de acción, el nuevo entendimiento, en el que cada ser humano resulta ser un aporte insustituible.
Entonces este cambio marca una revolución: el poder de una minoría será sustituido por una nueva forma de organización política en la cual la participación, la igualdad, la justicia serán ejes insustituibles junto al respeto irrestricto de los derechos humanos. La ciencia, la tecnología, las artes, el pensamiento, la espiritualidad, estarán al servicio de todos y no de unos pocos como beneficiarios privilegiados.
Esta revolución es un acto social, porque afectará a toda la sociedad y significará cambios en los más variados aspectos de la vida.
Pero, al mismo tiempo, la revolución será un acto personal en el cual se comprometerán los seres humanos como sujetos, a partir de su conciencia, de su voluntad, de su libertad.
Cuando se reúna la masa crítica, el proceso de transformación se irá generalizando por todos los rincones del planeta; quienes quieran mantener el antiguo paradigma serán aislados. Se defenderán con todas las armas a disposición de su obstinación, destruyendo todo lo que encuentren a su paso.
La revolución acuariana será moral y pacífica. Moral, en cuanto modifica los parámetros de bien y mal en la sociedad, siendo bueno todo aquello que contribuya al desarrollo integral de los seres humanos y malo lo que se oponga a ello. Será pacífica, pues el primer presupuesto de la revolución acuariana es la erradicación de la violencia como método de acción política y social.
“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, se dijo en la Era anterior. Hoy decimos: “Si quieres la paz, actúa pacíficamente”. Porque será la suma de las energías de acciones de paz, la que produzca la necesaria fuerza transformadora.
Para educar en la paz es necesario tener personas pacíficas enseñando. Es que ése es el profundo cambio: que las personas vivan como piensan y de acuerdo a lo que aspiran a construir, anticipando en sus conductas la sociedad que vendrá para todos. Se trata de no esperar el futuro, sino de anticiparlo en el presente.
Este es el llamado de la hora actual: contribuir al proceso transformador de la sociedad en la mediante actos directos y vívidos, con contenido acuariano. Llenar el mundo nuestro de cada día de gestos amables, de gentilezas, de acciones de amor y de ternura, de disposición generosa a dedicar a otros el tiempo que están necesitando, todo ello como dijimos, a partir de la conciencia, de la libertad y de la voluntad.
Si escucháramos a quieren necesitan ser escuchados y si pusiéramos atención a nuestros actos concretos, si actuáramos con conciencia y serenidad, si nuestros actos se impregnaran de paz y de amor, el entorno al cual pertenecemos experimentaría transformaciones de tal envergadura que en poco tiempo producirían positivos resultados en la sociedad.
Por cierto, ello no es fruto de acciones individuales aisladas, sino debidamente concertadas entre todos los que creemos en que esta revolución es posible y que nos espera un mundo mejor.
La construcción de un orden social armónico debe partir de la base de nuestras limitaciones reales como humanos, pues mientras no hayamos trascendido o evolucionado espiritualmente, debemos acordar regulaciones y límites en beneficio de todos.
La tarea puede ser todos, pero sobre todo es de cada uno.
Vivimos ya los 2 mil años de la crucifixión y el martirologio. Ahora viene el tiempo de la redención, la luz y el amor. Tal vez el siglo XX, con su secuela de horrores, fueron los tres días de oscuridad que algunos predecían y ya estamos entrando en la luz

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