Hace un año se fue Patricia Verdugo.
En silencio, cuidada, solemne y bella, más bella que nunca tal vez, se fue camino a la otra vida. Su alma nos visita de tanto en tanto, nos envía protecciones, nos advierte, nos apoya.
La recuerdo a diario, no sólo por sus fotos repartidas en mis espacios, sino porque en tantas cosas de nuestras vidas quedó su legado.
No fue perfecta, sin duda, pues tenía vacilaciones y cometía errores.
Pero fue una persona que se la jugó, que no hizo daño, que sus límites estaban en eso y muchas de sus trasgresiones hicieron mucho bien, aunque nadie lo supiera.
Valiente, luchadora, apasionada, hizo lo que tenía que hacer y mucho más, para ser fiel con su propia conciencia y cumplir las tareas para las cuales nació.
Los que estuvimos a su lado en las duras y en las maduras (más en las duras, en realidad) y supimos de sus dolores y alegrías, la recordamos en estos días en silencio y recogimiento, sabiendo que nos hace falta, que a Chile le hacen falta mujeres y hombres como ella.
No quiero decir más: sólo que aun la echo de menos y los lagrimones se debaten en la duda de salir o no, pues una paz del interior ha comenzado a insinuarse.
En fin, un año es sólo un año.
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