jueves, abril 07, 2016

BITÁCORA.COM de Juan Eduardo Esquivel

El 4 de abril presentamos en EL CAFÉ LITERARIO DEL PARQUE BALMACEDA, el libro BITÁCORA.COM del poeta chileno residente en México Juan Eduardo Esquivel Larrondo. Esta es mi intervención en el acto.

Según el prologuista o presentador, un poeta y académico mexicano que vive en Chicago, este libro puede relacionarse con el género “diario”. Y efectivamente es así, porque lo que hace es ir dando cuenta día a día y mes a mes de lo que pasa por el agitado e intenso mundo interior de este poeta intelectual, de este artista de la crónica, de este ser viviente político, iconoclasta, rebelde y ciertamente conservador en sus formas.
El mismo comentarista vincula a Juan Eduardo con Cardenal, García Lorca, Machado Y Gonzalo Rojas. No es menor el homenaje. Tal vez pueda ser por mi incultura literaria o mi fragilidad académica, sin desconocer que puede haber algo de esos poetas, de Gonzalo indudablemente, a mí me recordó espontáneamente en algunos momentos el acto creacionista de Huidobro (“Cuando digo la palabra lluvia uso impermeable” dice Vicente Huidobro) y el tono discursivo y denunciador de Pablo de Rokha, aunque sin la sonoridad cataclísmica de este último.
Juan Eduardo reconoce que este libro es “una transcripción de mi actividad anímica desde la pantalla al papel, a partir de ideas peregrinas”.
Es decir, esas ideas que van en cierta dirección, a veces confesada y otras no, pero que saben de dónde vienen y a donde llegarán. Un peregrino no es un vagabundo: no se piense que las ideas del poeta vagabundean. No. Peregrinan. Y lo hacen hacia un santuario que espera tener un dios que todavía no llega, aunque en sus jóvenes 75 años ya percibe, aunque sea en medio de la retórica y la creatividad.
¡La Creatividad!
Es el punto de encuentro entre la ciencia y la poesía, el espacio en que el ser humano puede pensar en lo que no existe, en lo que existirá, en lo que sueña primero y construye después, en lo que ansía y desarrolla.
Si crear, que es el oficio esencial de dios, puede definirse como producir algo de la nada, los humanos asumimos como oficio principal la RECREACIÓN, es decir la diversión de crear a partir de lo que ya existe o, como dice un cirujano, ajustar o corregir la obra de dios.
La poesía de Juan Eduardo es una caja de sorpresas incluso para él. No hay trama misteriosa o desenlace inesperado, como puede ser en la narrativa: todos ya sabemos que la bitácora lleva al poeta a sus 75 años, jubilando en una situación privilegiada gracias a la Universidad Nacional Autónoma de México, que financia el Estado. Sin embargo en el relato mismo hay situaciones curiosas y desconcertantes y en eso consiste la labor de este poeta creacionista y altisonante.
Por ejemplo: Leer página 15 lo marcado.
¿Se dio cuenta Juan Eduardo que el gobierno que maltrató a José Victorino, que lo persiguió, era ni más ni menos que el gobierno de Manuel Bulnes, militar que fue Presidente mientras era Comandante en Jefe del Ejército, cargo que sostuvo, en curiosa coincidencia, por 17 años?
Es que la poesía es así: da cuenta de hechos de los cuales ni siquiera el autor tiene necesariamente conciencia. Y se conecta con el lector de un modo misterioso.
¿Se ha dado cuenta Juan Eduardo que sin dejar de ser chileno, porteño por añadidura, se ha convertido en mexicano de tomo y lomo? La mejor prueba es el párrafo de la página 21 que leo.
Leer página 23.
Recordemos que el chocolate es un descubrimiento mexicano.
Ahora bien, la mezcla de “México, poesía y chocolate”, es un plato del suroeste de ese país, conocido como MOLE, que tiene más de 150 ingredientes y requiere días de cocción y preparación. Todo se hace con lentitud, calma, sin dejar de agitar el preparado, en lo posible con cuchara de palo.
Y eso es éste libro, que conjuga la espontaneidad de la creación, con la lentitud del amasijo en la cocción, preparando un MOLE, que se come con cierta avidez, que como la lava y el humo del mítico volcán POPOCATÉPETL, se desparrama en una combinación hermosa de cultura e intimidad. Desde el homenaje a sus amigos más queridos y la intimidad de los primos, hasta el drama de la genealogía y la carga poderosa de las historias personales, todo ello matizado de conocimientos, experiencias historias y opiniones políticas.
Este MOLE delicioso de Juan Eduardo Esquivel Larrondo combina el descreimiento con el misterio, entre el origen espontáneo del universo y, LEO, “Este libro, escrito en las líneas y los montes de mi mano donde leo mi pasado y me detengo a hilvanar el cosmos”, entre la ansiedad de regresar a su tierra renovada con la de no dejar su tierra nueva de México. Cree en duendes y en una serie de intelectuales conocidos solo por los intelectuales y que nosotros, los mortales desconocemos. (Podría mencionar por ejemplo a ZYGMUNT BAUMAN, autor de un libro que solo puede tolerar un intelectual de la UNAM o de LOVAINA: Modernidad líquida)
Este libro se lee con placer estético, intelectual, histórico. Y político. Define al ser humano en un desplazamiento que van desde el conservador SÉNECA que nos dice que “el hombre es sagrado para el hombre”, en una anticipación de la declaración universal de los derechos humanos hasta llegar, 30 líneas después a la coronación del “hombre económico u homo economicus” enmarcado en la mejor definición del neo liberalismo que he leído jamás. LEER PÁGINA 110.
La poesía, como de paso lo denuncia el propio Juan Eduardo, no es querida ni requerida por las grandes editoriales, pese a que de los pocos campeonatos mundiales que hemos ganado los chilenos son los de poesía, donde somos bicampeones: Neruda y Mistral. Y si no hemos ganado más (podrían ser Huidobro, Rojas, Parra, por lo menos) es porque los árbitros no han querido, simplemente, pues en la escasez han llegado a confundir la literatura con el periodismo.
Cuando se produzca la revolución humanista y celebremos el amor entre los seres humanos como el más preciado bien, incluso más que el chocolate, cuando la justicia reemplace a la igualdad y la libertad no sea un bien secundario a la acumulación de dinero, cuando reine, en suma, la solidaridad en escala planetaria, entonces, señoras y señores, Juan Eduardo será un poeta coronado por el panteón revolucionario.
Mientras, lo homenajeamos entre nosotros.


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