martes, enero 17, 2012

¿Qué hacen en el día los fantasmas?

El título de este artículo corresponde a la novela de Arturo Feliú, recientemente publicada y que ya está circulando en el país.

Puedo recordar la anécdota de Unamuno, cuando el dijo que su obra NIEBLA no era una novela sino una nivola, en una estrategia para desincentivar las críticas de los expertos que dirían que no correspondía a los cánones del género literario invocado.

Por cierto que la obra de Feliú es completamente diferente de una novela formal y clásica, lo que en lugar de quitarle valor, se lo añade. Porque en su obra se confunden ficción y realidad – o todo es estricta realidad, que es lo que me parece – relatando el proceso de escribir la novela en forma intercalada con la novela misma que se escribe. El escritor, es, entonces, un personaje más de la obra, en el doble protagonismo de escribir sobre sí mismo y de usar, en el relato propiamente novelesco, la primera persona.

El tema es el enfrentamiento del personaje principal y del escritor con los obsesores, almas de personas que han muerto pero que no se han ido al plano que les corresponde. Entre las personas que se quedan después de morir porque no saben que han muerto, los que quieren quedarse para seguir controlando, los simplemente maldadosos y los demonios declarados, encontramos una variedad de acciones e intenciones, con las que se enfrentan el escritor mismo y otras personas a quienes ayuda el personaje principal.

Feliú, como sus personajes ficticios y reales que protagonizan la obra, es radiestesista y productor de cine, un hombre que, habiendo transitado por las disciplinas rígidas de la Escuela Militar y de la política, ha desembocado en una convicción profunda de la existencia del mundo espiritual, con lo bueno y lo malo que vive en ese ámbito.

Fe, conocimientos profundos, decisión, compromiso, disposición a ayudar, son los conceptos que inspiran la vida y la acción del autor que no está exento de los riesgos y peligros del bajo mundo espiritual. Por el contrario, desde que asume su tarea de ayudar a las personas a una vida más limpia, es atacado con mayor virulencia por esos espíritus confundidos o malignos que nos rodean de modo invisible.

El libro de Arturo Feliú abre puertas a un tema que, sin ser completamente nuevo, normalmente no es tratado de un modo entretenido y serio a la vez.

Es una obra para leer en este verano y tener presente, porque hay fantasmas que en el día merodean antes de acercarse a nosotros y debemos estar atentos.

lunes, enero 09, 2012

PROVOCACIÓN

¿Te provoca un tinto?

Fue la frase de aquella colombiana – de Cali – coqueta, cimbreante, ave nocturna y rapaz que me observaba apoyada en la chimenea bogotana encendida, más por moda que por necesidad.

No bebo alcohol, fue mi respuesta, entendiendo que la palabra “provoca” se refería a si acaso sentía la necesidad o escuchaba el llamado del tinto.

Y ella rió con su risa mulata y provocativa, para aclararme que lo que me ofrecía era un café oscuro, fuerte, intenso, lleno de aromas y sabores, de ansiedades y deseos, sin azúcar, agregó, porque la dulzura, chilenito, la pongo yo.

Reía mientras la bogotana Julia se sonrojaba, como una monja de convento, pese a su falda abierta y sus ojos puestos en el embajador.

Me provocaba el tinto y me convocaba la poesía pues se celebraba el Festival Poético de la Casa Silva.

(Cuando llovía sobre la ciudad, a raudales, Mercedes Carranza, poeta por sobre todo, planeaba despedirse de tanto dolor, convocada por la muerte y la enfermedad, por la soledad, el hastío, la desesperanza. La convocaba la muerte, la provocaba la vida dolorosa).

Provócame, decían mis ansiedades postergadas y silenciosas, llámame a gozar y a sentir, como se siente en estas tierras de humedad y altas temperaturas.

Y entonces, la mulata sirvió el café humeante a la misma hora en que Mercedes Carranza se arrancaba de esta vida y yo bebí todo a la salud de la difunta que aun creía con vida y en despedida de la muchacha demasiado joven para otras provocaciones.

Me gusta el café de Colombia. Y sus poetas y poetisas. Por supuesto.