El sacerdote Fernando Montes, rector de una universidad, pidió sinceridad. Dio gusto leerlo y escucharlo, por la solidez y claridad de sus argumentos. Por cierto, él se refería al tema de la educación, pero a mí me surgió el deseo de extenderlo a otras áreas, sin dejar de referirme a la crisis de las universidades en Chile.
Ser sincero exige una dosis de ingenuidad indispensable, pues la malicia es lo que nos lleva a callar verdades disfrazando los hechos para que todo parezca mejor de lo que es. Hace casi 30 años, después de presentar unos estados financieros espléndidos, auditados por la misma empresa que auditó a La Polar, se derrumbó la empresa CRAV, desatando una crisis en el país de la que fue muy difícil recuperarse. María Olivia Monckeberg y Fernando Paulsen escribieron un extenso artículo anticipando la caída de una economía que no era más que un castillo de naipes.
La falta de sinceridad es lo que hace que los que quieren invertir en universidades, digan que son donantes en una sucesión de falsedades que los hace ganar dinero a escondidas.
La falta de sinceridad es lo que hace que hablemos de universidades estatales como si todas fueran de excelencia.
La falta de sinceridad nos lleva a olvidar que universidades como las católicas y pontificias, no sólo son privadas para Chile, pero en realidad pertenecientes a un Estado distinto del chileno, que es el que designa a sus autoridades, pero recibe dineros de los chilenos y no da cuenta alguna de ellos.
La falta de sinceridad nos hace olvidar que muchas de las universidades del Consejo de Rectores son privadas y no públicas, aunque se aprovechen de sus compañeros de mesa para mantener esas apariencias.
La falta de sinceridad hace que una diputada a la que se está a punto de formalizar como autora de un delito, se salva porque devuelve algunos de los millones de pesos que obtuvo indebidamente. Es decir, el pago borra el delito. Y eso nos lleva a que muchos digan que todos los políticos son unos tales por cuales, cuando en realidad, dicho sinceramente, se trata de algunos de ellos.
La falta de sinceridad es la que hace que muchos crean que el sistema binominal es inamovible, cuando en realidad se mantiene para hacer inamovibles a los actuales diputados y senadores, a quienes esto les acomoda pues los mantiene en el poder.
La falta de sinceridad es la que hace a muchos callar respecto de los ejecutivos de La Polar, premiados en dinero y homenajes por su gestión, cuando en realidad son ellos quienes deben responder por sus falsedades, junto con los que los premiaron y destacaron como ejemplo.
La falta de sinceridad es lo que permitió que una dependencia de la Universidad Católica (El DUOC, primero y el Canal 13 después) haya pasado a manos privadas –de empresarios privados- sin explicación alguna.
Podríamos seguir dando ejemplos. Pero lo más delicado es que la falta de sinceridad va acompañada del autoengaño, que hace que los gobernantes no se den cuenta de lo que está diciendo la ciudadanía y que los dirigentes políticos no asuman las verdaderas demandas ciudadanas. Y que lleva a muchas personas a creer que pueden lograr mejor sus objetivos marginándose del mundo político que insertándose en él para cambiarlo de raíz.
Ser sincero exige una dosis de ingenuidad indispensable, pues la malicia es lo que nos lleva a callar verdades disfrazando los hechos para que todo parezca mejor de lo que es. Hace casi 30 años, después de presentar unos estados financieros espléndidos, auditados por la misma empresa que auditó a La Polar, se derrumbó la empresa CRAV, desatando una crisis en el país de la que fue muy difícil recuperarse. María Olivia Monckeberg y Fernando Paulsen escribieron un extenso artículo anticipando la caída de una economía que no era más que un castillo de naipes.
La falta de sinceridad es lo que hace que los que quieren invertir en universidades, digan que son donantes en una sucesión de falsedades que los hace ganar dinero a escondidas.
La falta de sinceridad es lo que hace que hablemos de universidades estatales como si todas fueran de excelencia.
La falta de sinceridad nos lleva a olvidar que universidades como las católicas y pontificias, no sólo son privadas para Chile, pero en realidad pertenecientes a un Estado distinto del chileno, que es el que designa a sus autoridades, pero recibe dineros de los chilenos y no da cuenta alguna de ellos.
La falta de sinceridad nos hace olvidar que muchas de las universidades del Consejo de Rectores son privadas y no públicas, aunque se aprovechen de sus compañeros de mesa para mantener esas apariencias.
La falta de sinceridad hace que una diputada a la que se está a punto de formalizar como autora de un delito, se salva porque devuelve algunos de los millones de pesos que obtuvo indebidamente. Es decir, el pago borra el delito. Y eso nos lleva a que muchos digan que todos los políticos son unos tales por cuales, cuando en realidad, dicho sinceramente, se trata de algunos de ellos.
La falta de sinceridad es la que hace que muchos crean que el sistema binominal es inamovible, cuando en realidad se mantiene para hacer inamovibles a los actuales diputados y senadores, a quienes esto les acomoda pues los mantiene en el poder.
La falta de sinceridad es la que hace a muchos callar respecto de los ejecutivos de La Polar, premiados en dinero y homenajes por su gestión, cuando en realidad son ellos quienes deben responder por sus falsedades, junto con los que los premiaron y destacaron como ejemplo.
La falta de sinceridad es lo que permitió que una dependencia de la Universidad Católica (El DUOC, primero y el Canal 13 después) haya pasado a manos privadas –de empresarios privados- sin explicación alguna.
Podríamos seguir dando ejemplos. Pero lo más delicado es que la falta de sinceridad va acompañada del autoengaño, que hace que los gobernantes no se den cuenta de lo que está diciendo la ciudadanía y que los dirigentes políticos no asuman las verdaderas demandas ciudadanas. Y que lleva a muchas personas a creer que pueden lograr mejor sus objetivos marginándose del mundo político que insertándose en él para cambiarlo de raíz.
1 comentario:
dificil tema... pero si los que engañan deben pagar por sus faltas, no hay que desconocer cierta responsabilidad en los que son engañados y lo siguen permitiendo....
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