Me equivoqué en el mi pronóstico respecto del nombre del ganador.
Pero no me equivoqué al votar por Frei, que demostró energía y capacidad de enfrentar la adversidad.
Felicito a Frei, porque se atrevió a dar la pelea cuando nadie quería darla. Sus principales obstáculos los tuvo dentro de su propio mundo y siempre queda la duda de cuánto pesó el pesimismo que se sintió desde los comienzos.
Fue una gran lucha y lamento que no haya sido elegido, porque el recambio que él prometía pudo ser interesante. Pero reconozco que habría sido muy duro para los dirigentes de los partidos concertacionistas que su propio gobierno los dejara fuera del cuadro y para ellos resulta más cómodo esta realidad.
Muchos hoy se sienten aliviados.
Por otro lado…
¿Será Piñera capaz de cumplir sus promesas?
¿Cuánto pesará la concentración del poder?
Y por otro lado: ¿Se ha pesado el riesgo de consolidar el modelo de Pinochet y Guzmán?
Tengo dudas, preguntas, pero no es hora de ideas y análisis, sino de emociones. En las próximas semanas haremos el análisis racional.
Felicito a los ganadores y les deseo que no pierdan el foco de saber que el poder es transitorio y delegado.
lunes, enero 18, 2010
lunes, enero 11, 2010
Yo quiero que gane Frei.
Yo quiero que gane Frei.
Pero no es sólo eso, sino que en la consulta de los oráculos, los resultados indican que las mayores probabilidades de ganar las tiene Frei, aunque en todo caso el resultado puede ser estrecho. Tan estrecho como que podría llegar a suceder que no hubiera Presidente Electo esa noche del 17, ya que la cantidad de votos objetados puede ser mayor que la diferencia.
Me molesta – pero no me sorprende – el pesimismo de los cercanos de Frei, ya que siempre he estado convencido y así lo dije en mis pronósticos de comienzos del 2009, que los peores enemigos de Frei están entre los suyos. Lo que más me molesta, sin embargo, es que hasta en el diseño de la propaganda de Frei se ha trabajado mal, como poner ese signo de exclamación inverso en vez de la I: FRE!. Tal es una imagen derrotista.
Me impacta, aunque tampoco me sorprende, el exagerado optimismo de Piñera, quien está convencido que ganará. Tal como Enríquez estaba convencido de pasar a segunda vuelta, según lo confesó su adlátere Álvaro Escobar. Tal como estaban convencidos de ganar los alessandristas de 1970, si no con mayoría absoluta, con una primera mayoría clara. Y recuerdo que Menem ganó en la primera vuelta que llevó a la Presidencia a Kirtchner y que Borja, en Ecuador, ganó la primera vuelta con el 49% y luego perdió ante Febres Cordero. Los soberbios muchas veces resultan castigados.
En fin.
Puede ganar cualquiera. Eso es lo más grave, porque no da lo mismo quien gane. Si gana Piñera, tendremos, según su slogan, las cosas mejor hechas, pero siempre más de lo mismo. Es decir, el cambio que nos propone es hacer bien la aplicación de un sistema que la Concertación no fue capaz (probablemente porque no tuvo voluntades mayoritarias internas y externas) de sustituir. Si gana Frei, según lo que él ha prometido, se iniciará un proceso de renovación política profundo que debe conducirnos a una nueva constitución y a no seguir con este texto guzmanista/pinochetista, readecuado por Lagos, que es una democracia incompleta.
Lo que está claro es que no está en juego la estabilidad democrática, pero sí el progreso del pueblo (palabra antigua), la igualdad (palabra peligrosa), la justicia (palabra prostituida) y la profundización y ampliación de los procesos democráticos, que muchos no quieren, pues desean seguir siendo “clase política” y “cúpulas” en vez de directivas políticas y políticos como era antes.
Los que vanos a votar por Frei confiamos en sus promesas, pero desconfiamos de los dirigentes de los partidos y de una buena mayoría de diputados y senadores, de cuya fidelidad con la causa popular no hay suficiente noticia y de cuyas lealtades puede dudarse. De todos los partidos, por si acaso.
Yo creo que Frei va a ganar.
Pero me duele sentir tanto odio y rechazo entre las fracciones en pugna. Un barbado y anciano escritor me dice: “me voy de Chile si gana Piñera”. Una buenamoza cincuentona me dice en el Patio Bellavista: “me suicido si gana Frei”. Me parece mucho.
Yo digo, si gana Frei, me tendrá como un observador crítico, activo y exigente, dispuesto a colaborar. Si gana Piñera, seré un observador implacable, un luchador empedernido por las causas de la justicia, un activo denunciador de todas las injusticias, las secuelas del hoy y las que se generen en el nuevo tiempo.
Confío en que todos los rebeldes desistirán de anular su voto o sufragar en blanco. Confío en que no habrá más abstenciones. Confío en que enfrentados al juicio de la conciencia, los chilenos, mayoritariamente, dirán que si a Frei.
Pero no es sólo eso, sino que en la consulta de los oráculos, los resultados indican que las mayores probabilidades de ganar las tiene Frei, aunque en todo caso el resultado puede ser estrecho. Tan estrecho como que podría llegar a suceder que no hubiera Presidente Electo esa noche del 17, ya que la cantidad de votos objetados puede ser mayor que la diferencia.
Me molesta – pero no me sorprende – el pesimismo de los cercanos de Frei, ya que siempre he estado convencido y así lo dije en mis pronósticos de comienzos del 2009, que los peores enemigos de Frei están entre los suyos. Lo que más me molesta, sin embargo, es que hasta en el diseño de la propaganda de Frei se ha trabajado mal, como poner ese signo de exclamación inverso en vez de la I: FRE!. Tal es una imagen derrotista.
Me impacta, aunque tampoco me sorprende, el exagerado optimismo de Piñera, quien está convencido que ganará. Tal como Enríquez estaba convencido de pasar a segunda vuelta, según lo confesó su adlátere Álvaro Escobar. Tal como estaban convencidos de ganar los alessandristas de 1970, si no con mayoría absoluta, con una primera mayoría clara. Y recuerdo que Menem ganó en la primera vuelta que llevó a la Presidencia a Kirtchner y que Borja, en Ecuador, ganó la primera vuelta con el 49% y luego perdió ante Febres Cordero. Los soberbios muchas veces resultan castigados.
En fin.
Puede ganar cualquiera. Eso es lo más grave, porque no da lo mismo quien gane. Si gana Piñera, tendremos, según su slogan, las cosas mejor hechas, pero siempre más de lo mismo. Es decir, el cambio que nos propone es hacer bien la aplicación de un sistema que la Concertación no fue capaz (probablemente porque no tuvo voluntades mayoritarias internas y externas) de sustituir. Si gana Frei, según lo que él ha prometido, se iniciará un proceso de renovación política profundo que debe conducirnos a una nueva constitución y a no seguir con este texto guzmanista/pinochetista, readecuado por Lagos, que es una democracia incompleta.
Lo que está claro es que no está en juego la estabilidad democrática, pero sí el progreso del pueblo (palabra antigua), la igualdad (palabra peligrosa), la justicia (palabra prostituida) y la profundización y ampliación de los procesos democráticos, que muchos no quieren, pues desean seguir siendo “clase política” y “cúpulas” en vez de directivas políticas y políticos como era antes.
Los que vanos a votar por Frei confiamos en sus promesas, pero desconfiamos de los dirigentes de los partidos y de una buena mayoría de diputados y senadores, de cuya fidelidad con la causa popular no hay suficiente noticia y de cuyas lealtades puede dudarse. De todos los partidos, por si acaso.
Yo creo que Frei va a ganar.
Pero me duele sentir tanto odio y rechazo entre las fracciones en pugna. Un barbado y anciano escritor me dice: “me voy de Chile si gana Piñera”. Una buenamoza cincuentona me dice en el Patio Bellavista: “me suicido si gana Frei”. Me parece mucho.
Yo digo, si gana Frei, me tendrá como un observador crítico, activo y exigente, dispuesto a colaborar. Si gana Piñera, seré un observador implacable, un luchador empedernido por las causas de la justicia, un activo denunciador de todas las injusticias, las secuelas del hoy y las que se generen en el nuevo tiempo.
Confío en que todos los rebeldes desistirán de anular su voto o sufragar en blanco. Confío en que no habrá más abstenciones. Confío en que enfrentados al juicio de la conciencia, los chilenos, mayoritariamente, dirán que si a Frei.
miércoles, enero 06, 2010
RAMIRO MENDOZA: DE LA ARROGANCIA A LA ESTUPIDEZ
Quizás uno de los peores errores del actual gobierno ha sido nombrar personeros de claras posiciones de derecha y poco democráticos en ciertos cargos autónomos y determinantes del funcionamiento del Estado y la sociedad. Muchos malos, pero uno pésimo: el contralor Mendoza, quien no sólo es un activista de la derecha más conservadora, sino que permanentemente luce arrestos de poca confianza en la democracia .
Él, como le ha sucedido a otros personajes que por el momento evitaré nombrar para no distraerme, empiezan a creerse sátrapas sin limitaciones en su quehacer y se pronuncia sobre todo lo que le interesa políticamente, aunque exceda sus funciones.
Se siente todopoderoso y los medios de comunicación, muchas veces ignorantes a rabiar, también le reconocen poderes que no tiene y todos le hacen coro en sus jugarretas.
La última ha sido insistir en que los Ministros de Estado NO SON POLÍTICOS. Será éste el único país con formas democrática que rechaza la idea de que estos "secretarios" del Presidente, que no son funcionarios públicos dada su naturaleza política y de estricta confianza política de quien los nombra, no pueden pronunciarse políticamente porque tienen rango de autoridades del Estado. Insólito, para decirlo suavemente, porque ya su antidemocrática formación jurídica, nacida del corazón del pinochetismo, pasa a desvirtuar completamente lo que es de la naturaleza de los sistemas de gobierno democráticos.
Con este criterio, el Presidente de la República tampoco puede opinar de política, porque también es autoridad. Y ello podrá aplicarse a los Alcaldes (los concejales no todavía porque son de segundo orden) y a los diputados y senadores, quienes también son autoridades.
Desde su arrogancia al creerse facultado a todo, se pasa rápidamente a la estupidez de este tipo de decisiones que, sin ser la única, puede ser de las más graves.
Él, como le ha sucedido a otros personajes que por el momento evitaré nombrar para no distraerme, empiezan a creerse sátrapas sin limitaciones en su quehacer y se pronuncia sobre todo lo que le interesa políticamente, aunque exceda sus funciones.
Se siente todopoderoso y los medios de comunicación, muchas veces ignorantes a rabiar, también le reconocen poderes que no tiene y todos le hacen coro en sus jugarretas.
La última ha sido insistir en que los Ministros de Estado NO SON POLÍTICOS. Será éste el único país con formas democrática que rechaza la idea de que estos "secretarios" del Presidente, que no son funcionarios públicos dada su naturaleza política y de estricta confianza política de quien los nombra, no pueden pronunciarse políticamente porque tienen rango de autoridades del Estado. Insólito, para decirlo suavemente, porque ya su antidemocrática formación jurídica, nacida del corazón del pinochetismo, pasa a desvirtuar completamente lo que es de la naturaleza de los sistemas de gobierno democráticos.
Con este criterio, el Presidente de la República tampoco puede opinar de política, porque también es autoridad. Y ello podrá aplicarse a los Alcaldes (los concejales no todavía porque son de segundo orden) y a los diputados y senadores, quienes también son autoridades.
Desde su arrogancia al creerse facultado a todo, se pasa rápidamente a la estupidez de este tipo de decisiones que, sin ser la única, puede ser de las más graves.
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