Me hubiera gustado votar por Arrate.
Ya hace muchos años que me he declarado admirador de este político que se la jugó claramente y mantuvo – luego del retorno – su consecuencia política. No fue de los que se acomodó con los empresarios ni con la derecha, no fue de los que abandonó su ideario en términos esenciales.
Jorge Arrate aprovechó el exilio para jugar un papel relevante en la renovación del pensamiento, abriendo puertas que comunicaran a los opositores a la dictadura. Su labor en el Instituto para el Nuevo Chile cumplió exactamente la misión de pensar lo que vendría. Fue un espacio de diálogo, de creatividad, de reunión.
Fui testigo de su amor loco que lo hizo acercarse a Chile, de ese enamoramiento que lo convirtió en un casi poeta, en un narrador de cuentos y un creador de novelas. Y ya cerca de la literatura se enamoró de nuevo. Y es de los que se la juegan, que no renuncian a la vida, sino que se entusiasman.
Jorge Arrate fue un buen Ministro de Educación. Sobre todo porque era el sucesor de Lagos, lo que hacía muy difícil cualquier gestión. Los escritores fuimos a conversar con él cuando la ley del libro estaba empantanada y respondió con claridad y eficacia. Puso todo su empeño en sacar la ley adelante y lo logró.
Hombre recto, de honestidad a toda prueba, enamorado irredento, inteligente, artífice de una renovación socialista que no implicaba derechizarse, lo veía como una figura socialista que podría levantarse como opción presidencial. Y me gustaba la idea. Pero se fue del PS, se fue de la concertación. Yo seguía pensando en que él podría encabezar un movimiento que estremeciera a la Concertación y la impulsara a dar pasos hacia el futuro, desplazando a esos políticos oportunistas que ponen sus intereses por sobre los del conglomerado y los proyectos colectivos.
No fue así, porque al irse rompió con las rígidas estructuras de un PS gobernado por el senador Escalona y eso le arrebató toda posibilidad. El quiso salir adelante como un saludo a la bandera. Entonces pasó lo que hemos visto: que sus posturas se acercaron al arcaico Partido Comunista, tanto, tanto, que terminó entrando a militar en él.
Como indisciplinado militante DC podía votar por un socialista, por un independiente que anduviera en las cuerdas de la construcción democrática, pero no por un candidato comunista que en lugar de mirar hacia el futuro se ha centrado en el pasado. Y ahora busca acuerdos con Navarro, quien probablemente le cederá el lugar, pasando a ser candidato de los sectores más marginales de una izquierda nostálgica, anticuada, irrelevante.
Me gusta Arrate, pero no esta candidatura. No votaré por él, pero lo seguiré admirando porque, al fin de cuentas, en lugar de acomodarse con los vencedores del dinero y la opulencia como muchos, se ha acomodado con los marginales y aquellos que no tienen posibilidades de ganar. De ganar elecciones. Pero sí de ganar en ilusiones.
Lo único malo es que los comunistas que un día fueron una esperanza, terminaron siendo una experiencia.
lunes, agosto 03, 2009
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