Hoy 7 de abril se cumple un nuevo año de la muerte de mi padre. Desde el sur, mi amiga Patricia Ruiz, que fue amiga suya también, me llama para recordar su partida.
Nuevamente sábado.
En los primeros días de marzo ENAMI le rindió un homenaje. Luego, como una especie de designio doloroso, volvieron los administradores que estuvieron largo tiempo y que lo habían olvidado. Ahora lo recordarán.
Siento su energía vida, presente, acompañadora y amigable. Nos entendimos bien en sus últimos años, especialmente porque nos enfrentamos al tema de la muerte, a la que él temía.
La muerte pone fin a las relaciones de una cierta manera, pero cuando se van los que amamos sabemos que podemos mantenerlos en nuestro recuerdo y aunque nos hagan falta podremos revivir los antiguos encuentros con alegría.
Mi padre dejó una profunda huella en muchos chilenos. Una señal de vívido compromiso, una opción fuerte de vida, un estilo de acercamiento a las personas que hizo que quien estuvo cerca suyo quedó marcado para siempre.
Hoy lo recuerdo. Invoco su nombre pidiendo que interceda ante Dios por personas que ambos hemos querido y que sufren. Una Patricia que debe solucionar sus problemas de hijos y de dinero. Otra Patricia que está enferma.
Y por tantos otros chilenos en cuya defensa se alzaría al verlos maltratados, marginados, postergados.
sábado, abril 07, 2007
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3 comentarios:
Querido amigo:
Hermoso recuerdo de don Alejandro.
Un abrazo
Saludos
Por la cresta que lo echo de menos. me imagino cómo sería ahora conversar con él y compartir nuestras vidas ahora, con los cambios y cosas nuevas. un beso. Pablo
Hace muchos años que no nos vemos amigo Jaime. Muchos más aún desde que vi por última vez a don Alejandro, un hombre al que todavía no sé si quería por la profunda amistad que aún nos une, o simplemente porque era un hombre que se hacía querer. Menos tiempo hace, casi toda una vida, sin embargo, que te llamé desde España y por error de la operadora de Internacional, me puso con él. Fueron momentos breves pero entrañables y no sé por qué, ambos terminamos llorando. Sería de alegría., digo yo. Al menos la distancia y el tiempo me da una ventaja... poder creer que don Alejandro está todavía vivo.
Ricardo Salvador
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