TEXTO DE MI INTERVENCIÓN EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO "El Tarot Mapuche", el 26 de mayo de 2015, de Jaime Hales y Eugenia Lemus.
Inicio mis palabras agradeciendo a dios por
darme la oportunidad de haber conocido a las personas que me llevaron hacia
este libro, escribirlo y publicarlo. Eugenia Lemus – mi coautora - y Jorge
Chaparro, por cierto; Marilén Wood, Marcela, Francisca, Judy y el resto del
equipo editorial.
Este texto es para mí un desafío y un riesgo.
Un desafío, porque nació exactamente así,
casi como una provocación del destino de la mano de Eugenia Lemus: te traigo un secreto de sabiduría que podrá
cambiar todas tus miradas.
Un riesgo, porque me obligaba a decir cosas
de esas que se piensa pero no se escriben en los ámbitos académicos, de las que
ponen en cuestión todo lo que hacemos y sabemos. Era el riesgo de, una vez ya avanzado el recorrido por la vida, tener
que cambiar las afirmaciones categóricas que tantas veces debemos hacer al
enseñar.
Ha sido – está siendo en realidad – una
lección de humildad.
Me llamó Jorge para decirme que quería que
almorzáramos juntos para mostrarme algo que me iba a interesar. Me explicó muy
brevemente. Confieso que, más allá del gusto de ver a mi ex alumno, pensé que
era una más de tantas cosas que nos llegan permanentemente y que no se
sostienen más que en la imaginación o en el deseo.
¡Me ha pasado muchas veces!
Pero en lugar de eso, cuando nos reunimos me
sentí estremecido por lo que me estaban mostrando. ¿Sería cierto? ¿Estaba frente a una locura? ¿Un invento? ¿Una
falsificación como la que fraguó y ejecutó Crowley hace más de un siglo?
Jorge y María Eugenia me traían un naipe
precolombino que parecía ser un tarot. En mi fuero interno, que no revelaba a
nadie, luego de verlo detenidamente, sentí que probablemente era un tarot. Pero
no me atrevía a decirlo en voz alta.
Me vi obligado a ponerme a estudiar y luego
de leer y observar, pude llegar a la conclusión que exponemos en el libro: estamos frente a un juego de naipes que
contiene los mismos arquetipos que el tarot, cuyos dibujos son de estilo
rupestre y su antigüedad certificada es anterior a la llegada de los españoles
a nuestro continente. Fue encontrado en el territorio poblado por los
mapuche y el contenido se relaciona perfectamente con la sabiduría propia de
esas comunidades aborígenes de América del Sur.
Los dibujos rupestres son aquellos que originariamente
se hicieron en rocas, en los muros de las cavernas, a veces en lugares muy
escondidos y otras veces en rocas que podían ser vistas desde cualquier lugar. Su
gráfica tiene ciertos estilos, técnicas y colores típicos y pueden ser datados
en 40 mil años (que es el caso de las cuevas de Altamira), 9 mil (caso de
Chinchorro) e incluso menos de 3 mil años, en zonas de África o Asia.
Entonces,
¿crearon este juego de naipes los mapuche u otros pueblos anteriores, de
quienes ellos heredaron su sabiduría? ¿Cuántos años atrás?
Ya no se trata sólo de desmentir esa
afirmación, que los hechos han demostrado equivocada, en cuanto a que el tarot
sería una creación de la Edad Media. Sabemos que es un libro de sabiduría
ancestral, que fue conocido por nosotros gracias a los egipcios pero que es
anterior a esa civilización. Sin embargo, hasta ahora, sosteníamos que el
origen de este oráculo occidental estaba en África y el mundo árabe, semítico,
que hoy llamados Oriente Medio. Que de ahí pasó a Europa y de Europa a
nosotros.
Pero…
Pero, este hallazgo nos revela:
1 Que antes de la llegada de los españoles,
los mapuche de América del Sur conocían el tarot;
2 Que pudo haber llegado de muchas maneras:
por viajeros, por migraciones, ¡Por revelaciones!
3 Que puede haber sido patrimonio de pueblos americanos
que precedieron a los actuales;
4 Que puede haber una fuente común y
anterior, que llevó la sabiduría a distintos lugares del planeta;
5 Que su desuso y desaparición se puede deber
tanto a la invasión europea como a que los actuales mapuche lo mantuvieran
relegado porque perteneció a sus ancestros, pero no les era propio o no lo
entendían.
Por lo menos eso podemos afirmar. Y mucho
más.
Cuando la familia Barría encontró en Monte Verde,
cerca de Puerto Montt, ciertos restos arqueológicos, permitió primero a
estudiantes y luego a profesores de la Universidad Austral iniciar una
investigación. Es probable que Tom Dillehay, arqueólogo que dirigió las
investigaciones, haya sospechado de inmediato de qué se trataba, pero ninguno
de aquellos que estaban con él suponía que cambiaría los presupuestos de la
antropología y la historia sobre el poblamiento americano.
No
sabemos a dónde nos conducirá este hallazgo de un Tarot anterior a la llegada
de Colón, pero ciertamente mueve algunas de las ideas fijas y generalmente
aceptadas por el mundo oficial. Incluso el mundo oficial mapuche. Y de la
ciencia. Y de los tarotistas, pues nos incomoda darnos cuenta que lo que
creíamos.
Debo confesar que me hizo mucho sentido, pues
siempre he creído que el pueblo mapuche y otros grupos que respondían a la
misma cultura originaria, son de los más sabios de América. Cuando alguien abre
desmesuradamente sus ojos al oírme y piensa en las construcciones mayas e
incas, empiezo a explicar que la falta de monumentos revela QUE NO NECESITABAN
CONSTRUIR NADA pues el universo les pertenecía y se relacionaban a través de él
con la divinidad. Es probable que otros – los mayas sin ir más lejos – tuvieran
más conocimientos, pero no más sabiduría.
Escribimos este libro con absoluto respeto
por el pueblo mapuche - conocedor del cosmos, de las energías mágicas de sus
sabios y chamanes - al que no siempre se tiene fácil acceso.
También lo hacemos con profundo respeto por las
tradiciones esotéricas y los pensadores holísticos que han ido abriendo las
puertas a un desarrollo integral del ser humano en su camino hacia la
trascendencia.
Esta obra deberá servir de apertura para un
diálogo con aquellos que tienen más conocimientos sobre los primitivos
habitantes de nuestro territorio, con el afán de compartir información y
sabiduría. En ella se contiene una información que puede ayudar a cambiar la
actitud de muchos frente a los pueblos originarios y frente al Tarot, ambos
contribuyentes de la gran sabiduría que orienta las tareas humanas.
El libro que presentamos hoy es nuestra mirada
sobre una “joya” y, tal como decimos en la presentación, la compartimos ustedes llenos de amor, de esperanzas, de sorpresa, del
gran deseo de que sigamos buscando los troncos comunes de las distintas
sabidurías del planeta y sobre todo de nuestra América.
Comenzamos a abrir nuevas puertas y ventanas
hacia el conocimiento de la sabiduría de los ancestros y eso nos llevará a
nuevas preguntas. Pues se ampliará la mirada sobre el origen de las
civilizaciones, reafirmando la propuesta a que me referí antes en cuanto a la
existencia de una fuente común a todas las culturas conocidas, es decir, una
civilización previa que nutrió a todas sus herederas.
Hoy se habla del conflicto mapuche para
referirse a la disputa territorial. Me parece que el conflicto real estriba en
el desconocimiento que tenemos todos de una cultura magnífica y que se nos hace
presente sin comprenderla a cada instante de la vida. Nuestro lenguaje y
nuestro idioma están llenos de la riqueza de esa sabiduría milenaria. Somos el
resultado de la herencia de la sangre, pero también de la herencia de la
cultura.
Estamos corriendo velos, descubriendo
historias y verdades en medio de la maleza de una historia hechiza. Este libro
ha sido concebido para mostrar que ha llegado hasta nuestro tiempo un elemento
mágico usado por un pueblo ancestral, abriendo así una ruta nueva que todos
podremos recorrer si lo queremos.
El
tarot deja de ser un elemento extranjero: es parte de una cultura o de una
civilización misteriosa que comienza a manifestarse en todo occidente. El “Tarot
Mapuche” nos lleva por un camino hermoso que cada vez reconoceremos más
sólidamente como propio.
Estamos en las primeras décadas de la Era de
Acuario. Es un momento especial, pues mientras una nueva civilización nace, hay
otra que se niega a morir y se resiste con todo. Las cosas estaban ya revueltas
en el siglo XX, con el inicio de un proceso de cambios de aceleración
constante, que han ido modificando los parámetros éticos y conductuales de las
personas, poniendo en jaque las formas sociales que permanecían por mucho tiempo
sin grandes variaciones.
El
centro neurálgico del tiempo que viene es el ser humano, la persona y su vida en
comunidad, el aguador acuariano, el generador de la vida, en un marco de
justicia, fraternidad y libertad, donde el respeto de los derechos humanos
ocupa un lugar prioritario.
Las civilizaciones dominantes de estos dos
mil años, con todo su poder expansivo, van cediendo terreno frente a los que
fueron dominados, cuyas voces acalladas poco a poco comienzan a ocupar el
escenario. Son los pobres, los perseguidos, los maltratados, que retoman sus
convicciones y sabidurías originarias para, al amparo de la ciencia moderna y
la tecnología contemporánea, comenzar a protagonizar la nueva etapa de una
civilización con solidaridad en escala planetaria, donde dominantes y dominados
deberán fundar una nueva manera de relacionarse. Han recuperado relevancia los pueblos originarios y sus culturas.
En la medida que se ha ido avanzando en el
estudio de las culturas americanas precolombinas, los investigadores comenzaron
a descubrir una rica elaboración e información que a muchos pareció sorprendente.
Conocían el calendario con más precisión que cualquier otro pueblo del mundo
hasta ahora; sabían de astronomía como nadie en esos años en Europa; tenían una
medicina desarrollada y su ingeniería y arquitectura estaban respaldadas por un
conocimiento matemático sólido y profundo. Nezahuatcóyotl (segunda mitad del
siglo XV), por ejemplo, fue un sabio gobernante cuyas obras de ingeniería
(regadío y caminos) han dejado huella hasta el día de hoy.
Lo más sorprendente es sin embargo la certeza
de que estos pueblos compartían conocimientos con otros pueblos muy distantes. Sociedades
lejanas territorialmente tenían conocimientos similares. Incluso es
sorprendente que los mayas del norte y los incas del sur tuvieran, además de un
conocimiento de la astronomía y de la ingeniería del mismo nivel, historias y
relatos similares para explicar los mismos fenómenos. Y esas historias tienen
relaciones sorprendentes con las mitologías egipcias, india y sumeria, con
relatos de un parecido increíble. Y qué decir de las relaciones con la Biblia. Ya se sabe, para poner sólo un ejemplo, que
el relato bíblico del diluvio tiene un antecedente en el relato sumerio y que
otros similares están extendidos por toda América, desde los originarios del
norte continental, hasta los mapuche.
Volvemos a la idea de la fuente común. Egipcios,
sumerios, judíos, griegos, aztecas y mayas, incas y pueblos africanos del
centro y del sur, tienen un relato común: que los dioses vinieron de lejos –del
cielo, del mar, del fondo de la tierra– para traer la sabiduría, el conocimiento
y la civilización, muchos de ellos (no todos) con grandes aspiraciones de paz. No
olvidemos que hay algunos dioses muy partidarios de la guerra, de muy mal
genio, que tienden a ser excesivamente represivos.
Y
ahora este nuevo descubrimiento. Aparece entre los pueblos del sur americano un
naipe de 22 cartas semejantes a los 22 arcanos mayores del Tarot, cuyo origen
se creía africano o asiático y su uso popular y difusión sólo europeo. Entonces
no podemos sino quedar estupefactos.
El hallazgo nos ha golpeado, porque eso
significará un cambio radical en muchas convicciones que hasta ahora parecían
inamovibles. Los que pensaban que el Tarot era de cierta cultura específica,
tendrán que aceptar la universalidad del oráculo.
Estamos en tiempos de desafío. Mientras,
humildemente, entregamos esta contribución para abrir caminos, para romper
barreras, para confundir y esclarecer.