Me he llenado de dolor. Una angustia nueva me recorre y la sombra se abre paso en vísperas de una elección.
Nunca quise aceptar que a don Eduardo Frei Montalva lo habían asesinado. Es curioso, pero muchos polìticos nos resistíamos a creerlo, mientras que en el seno del pueblo, de la gente sencilla, siempre existió es acreencia. Por eso las manifestaciones tan fuertes contra Pinochet cuando él fue a la Catedral y las iras de tanta gente en la calle para su funeral. Nos lo decían y yo respondía con dudas, diciendo que había que mirar hacia el futuro.
Debí haber creído. Debí haberme alzado con ese convencimiento. Pero pese a que sabía tanto de la dictadura, pese a que sabía de sus crímenes, de sus horrores, de sus amenazas; pese a haber vivido en carne propia tanto dolor, haber pasado por Villa Grimaldi y otros cuarteles; pese a lo de Prats, Letelier y Leighton; pese a todo, les conferí el beneficio de la duda y aposté porque Frei había muerto por un error médico.
Pero eran más malos que todo lo que yo podía imaginar y ahora, de a poco, se van revelando las verdades.
¡Qué terrible es sentir que esta gente podría gobernar si gana el candidato de la derecha!
Siento pena, horror, vengüenza.
Chile no merece esta situación.
lunes, diciembre 07, 2009
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