sábado, marzo 27, 2010

MURIO MI MAMÁ

Estas son las palabras que dije en la iglesia en el funeral de mi madre, a nombre mío y de mis hermanos:
Agradecemos a las personas que nos han acompañado, a quienes han venido a expresar su cariño por nosotros ante la pérdida, pero sobre todo a quienes han venido a decirnos que amaron, respetaron y admiraron a nuestra madre, la señora Adela para muchos.
Agradecemos a Dios haber tenido a nuestra mamá por tantos años.
Agradecemos a Dios habernos dado la oportunidad de tener esta madre: una mujer brillante, poderosa, inteligente como pocas personas, maestra por sobre todo.
Ustedes son testigos calificados de la vida de esta mujer tan especial, que asumió su destino con audacia, con valentía moral, con convicción espiritual.
Desde muy joven buscó respuestas que no estaban a mano y sin haber tenido formación religiosa, buscaba la fe y el desarrollo espiritual con una decisión ejemplar. Educó a sus hijos con especial valoración de lo espiritual – algunos en colegios católicos-, intuyendo su propio encuentro con Cristo muchos años después, cuando ya pasada con largueza la mitad de la vida supo que su vocación de ayuda al prójimo, de enseñanza y guía para los que llegaban a su lado, de amor comprometido con los otros, eran parte de la esencia del mensaje cristiano. Al comulgar por primera vez siendo mayor, entendió que sus caminos no eran tan diferentes de los de aquel maestro que enseñaba con la palabra y el ejemplo, y que dio su vida por amor. Pudo entonces integrar aquello que más de una vez escribió: que Gurdjieff, su inspirador y referente, guiaba su enseñanza por el amor y que sin amor nada de eso tenía verdadero sentido.
Exigente consigo misma y con los que tenía a su cargo, ser hijos de ella no fue fácil, pero nosotros la elegimos antes de nacer, a sabiendas de lo que nos esperaba. Buscaba hacer las cosas con la mayor perfección, asumiendo con rigor y seriedad su preparación espiritual e intelectual y las tareas de crecimiento interior de la enseñanza de su maestro espiritual y de sus guías.
Sólida, consistente, detallista, con una mirada que iba más allá de sí misma, no transó ni se contentó con lo mediocre. Era tan dura con ella como con los demás, siempre dispuesta a enseñar, a corregir, a explicar, con la convicción de que en el conocimiento de sí mismo y en el entrenamiento interior, todos podemos y debemos expandir esa potencia divina que vive en nosotros.
Certera, profunda, aguda, difícil de engañar o de sorprender, pudo aconsejar a muchos de manera que tomaran los caminos de su vida. Cientos de personas conocieron de su habilidad terapéutica y de sus condiciones de guía y maestra.
Ser hijos de ella nos dio la oportunidad de ir despertando y abrirnos paso en la difícil ruta del crecimiento interior. Nos expresaba su amor de mil maneras diferentes, pero sobre todo estando a nuestro lado en los momentos difíciles, con eficiencia, con su ayuda, con su respaldo y su enseñanza. Cuántos cuadernos, cuántos dibujos, cuántos apoyos en el estudio, cuánto estímulo para cada paso que debíamos dar, sin jamás frenarnos, sino siempre impulsando, siempre viendo algo más allá de lo que los ojos ordinarios podían ver.
En los últimos tiempos, con los sucesos de la vida, fue transformando su rigor y exigencia, en aceptación y gratitud. Manteniendo su opción por la perfección, valoró más el esfuerzo que el resultado y aprendió a agradecer lo que tuvo sin lamentarse de nada, ni siquiera de la enfermedad o de las limitaciones que le imponía.
Se preparó para partir y lo hizo en paz, habiendo cumplido con todas las tareas de las que tuvo conciencia y cerrando los procesos que venían de arrastre. Y cuando ya nada la detenía, se fue, sabiendo que el cariño de los suyos y a los suyos, no desaparecería con su muerte.
Fue nuestra madre y nuestra maestra, maestra y madre, tenemos el corazón lleno de sus enseñanzas y de su amor.
Quedará un vacío. Ella ha trascendido hacia la luz. Nosotros, sus hijos, sus nietos y quizás también sus seguidores, quedamos con una tarea hermosa: la de potenciar su mensaje, fortalecer la conciencia e iluminar con gestos de amor la acción diaria.
Ella pidió que se cantara la canción de Violeta Parra “Gracias a la vida”. Porque tuvo todo lo que podía necesitar: supo ver, supo oír, supo hablar y alabó a Dios, colaborando a que el mundo fuera más perfecto. Convencida de así seríamos todos más felices.
Cuando cumplió 86 años, hace un poco más de un mes, le escribí una frase que sé que interpreta a mis hermanos: Si Dios me da la oportunidad, la volveré a elegir como madre.
¡Bendigo a Dios por mi mamá, la señora Adela!

miércoles, marzo 03, 2010

TERREMOTO

Tembló la tierra en plena madrugada,
con dolores de parto
con quejas añosas
el reclamo agudo por tanta presión.

Tembló la tierra y los ojos perplejos
manos dolidas y secas
el miedo que circula por las piernas
un grito ahogado por el mar ausente.

En plena madrugada surgió el dolor
un pueblo aplastado y triste
las grietas del alma temerosa
el océano rugiente que se lanza.

Tembló la tierra en plena madrugada
callaron las voces altaneras
y un rumor de miedo
se instaló en los pechos.

Mucho se derrumba dentro y fuera
el mar avanza, la tierra tiembla
una lágrima latente se derrama
arrastrando esperanzas y experiencias.

Tembló la tierra en plena madrugada
un viento azota los recuerdos,
en busca de alegría y promesas
que quedan sumidas en el barro.